miércoles, 27 de junio de 2018

SEXPERPENTOS


Anoche, por la 2, me vi una rareza, PACO EL SEGURO, impremeditada transposición de lo letal a lo genésico de FRIAMENTE, SIN MOTIVOS PERSONALES (aquí los "mecánicos" pasan de lo terminator a lo procreator aunque manteniéndose la tensión entre el honesto profesional -Landa donde Bronson- y el aprendiz vicioso -Dewaere donde Jan Michael Vincent-) con un escenario que ya no es la Costa Oeste opulenta y jipifláutica sino una Carpetovetonia castiza de comienzos del siglo XX, a caballo entre Zola, Sawa y Baroja.

Recordé que esta coproducción hispano/francesa esperpentizando las cosas del querer y del deseo era muy de esos años a caballo entre los últimos 70 y los primeros 80. Recogiendo la sombra del Buñuel más franchute (TRISTANA, BELLE DE JOUR, ESE OSCURO OBJETO DEL DESEO) que entrevera el glam parisién con la bronca y el rijo ibéricos, una serie de títulos aflorarían por entonces, como la berlanguiana TAMAÑO NATURAL (con versión más oscuramente castiza en NO ES BUENO QUE EL HOMBRE ESTE SOLO de Olea bajo férula de Frade -qué más castizo que JF...-), LA ADULTERA de Roberto Bodegas o, en plan más fallido, los gateos talluditos de Buñuel jr (AU RENDEZ VOUS DE LA MORT JOYEUSE y LA MUCHACHA DE LAS BOTAS ROJAS). En paralelo, los sexperpentos italogalos de un Ferreri en su cruzada por un nihilismo sexual (EL HAREN, LA GRANDE BOUFFE, L'ULTIMA DONNA, ADIOS AL MACHO...) cuya última palabra en buena medida la daría en clave existencialista Bertolucci con su ULTIMO TANGO..., aquella rareza sesentera de Manfredi (LAS TENTACIONES DE BENEDETTO), tal o cual momento canónicamente esperpéntico de Regueiro (desde las oscuridades de AMADOR o CARTAS DE AMOR DE UN ASESINO a las más jocundas LAS BODAS DE BLANCA, DUERME DUERME MI AMOR o PADRENUESTRO), las desmesuras fellinianas, las catalanarias de Bigas Luna (BILBAO y CANICHE), o las experiencias límite de Armiñán en temas amorosos y endocrinos (donde la poesía siempre se impone al esperpento: ahí UN CASTO VARON ESPAÑOL, MI QUERIDA SEÑORITA, EL AMOR DEL CAPITAN BRANDO, AL SERVICIO DE LA MUJER ESPAÑOLA, EL NIDO, LA HORA BRUJA...).

No puedo obviar la más fresca y estimulante incursión del cine español en la cosa gayer, rompiendo convenciones y cánones, aportando ternura y humanidad a lo que más tarde se codificaría hasta la náusea por mor de lobbies, correcciones políticas y despotismos "de género". Hablo de la siempre silenciada PEPE, NO ME DES TORMENTO de José Mª Gutiérrez. Con Regueiro en el guión y un Frade que no molesta demasiado, en comparación con otras producciones suyas.

Ah, y me olvidaba de los autismos de la familia Estelrich (el padre con EL ANACORETA y el hijo con LA VIDA LACTEA, cumbre absoluta y difícil de superar del sexperpento -y muy rica en caseína, que diría Jardiel...-).




martes, 19 de junio de 2018

TIDELAND


[voy a glosar desde mis psicotrópicas endorfinas la película que vi anoche por el canal Bom]


Terry Gillian concibe y timonea la aproximación más oscura hasta la fecha al mundo de Lewis Carroll.

En ella, Jeff Bridges, curtido en papeles extremos de anómala conducta, llega a su cénit encarnando a un papacadavra (a modo de Norma Bates en la mecedora pero más jacarandoso -porque el pistoletazo hacia la taxidermia lo da en esta ocasión una overdose de jaco-).

Caserón en medio de la nada (esa nada herbácea que ya nos angustiaba mucho tiempo antes en DIAS DEL CIELO).

¿Y qué decir de Dodogson? Dodotomizado y besucón, inventor de explosivas realidades paralelas y marcado por el eterno presente del incesto...

En cuanto a la heroína y sus ¿amigas? dollheads, convierten, con su curiosidad punzante e hiperactiva (precocidad de mutante vástaga de pareja, ya dije, jacarandosamente disfuncional), a la Alicia original en un angelito de Murillo. 

La realidad imposible pero cierta se acentúa con la abundancia de escorzos arkadinamente wellesianos (y ya que saco a OW a colación, la nena y sus cabecitas de muñeca nos traen por un momento a la mente a aquellas niñas rijosamente predadoras que acosaban al pintor en cierta secuencia de EL PROCESO).

Y tal vez por ello no pude por menos de asociar los fotogramas con la metáfora definitiva: aquel cuadro atractivamente espeluznante de Dorotea Tanning...