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martes, 9 de febrero de 2010

TEXTO ÍNTEGRO DE LA DEFENSA ERÓTICA

Ante el éxito del citado discurso, lo traigo aquí.


















DEFENSA ERÓTICA DEL ALMA

No es uno de mis fuertes la finura, ni sé por qué tanto sufrir. Ajeno a mí corre el pecado; la carne pregunta y responde. Ella prueba, gusta, se sacia y luego agota para echar fondo en el alma. ¡Se tocan! Cierta es la carne, nada abstracta, un ancla; que el mundo la disfrace es otra cosa... No me presto a salir en el retablo laico, que mezcla con la verdad al ansia desmedida y tosca. Ni quiero ser parte del fresco que de hojas de parra y vergüenza cubre a la delicia humana. Elijo saber lo que soy yo, no viéndome en necesidad de estar con unos u otros, pues sin ser santo cruzo el cielo y sin viciarme en las pasiones las libero.
¿O no es cierto este vivir en el misterio?
¿Gira nuestra Tierra en lo espacial y eterno?
¿No es, acaso, todo un oscuro cielo salpicado con destellos?
Así, la suerte humana: Estar en Dios, y no verlo.

* * *

Ni muchacha, ni efebo: Darte gusto es el amor primero.
Darte gusto mientras sueñas los frutos que tomarás luego. Imaginar el
comienzo, un alfa de falda corta y un omega con liguero.
¿O quién no vino a este recreo a resultas de aquel juego?
¿Qué vara aferra el macho?
Y la hembra, ¿en qué cofre guarda secretos?
Digo bien: Los chicos gustan de cetros y las niñas de joyeros; la una enseña su cajita, el otro lo mete dentro.

* * *

Hay quien reniega del cuerpo.
Hay quienes quieren esconderlo.
Prefieren no llamarlo ni mentarlo.
Lo visten de nazareno, lo cubren de latigazos, lo llevan hasta el madero.
¡Todo vano, que arde el fuego y quema dentro!
Quitada la caperuza, ¡surge en los sueños un miembro, un falo, un pene largo! Glande de capirote que se bautiza y humilla en honda y oscura pila, la vagina.
¡Más hay también quien al cuerpo cebándolo lo muta en puerco!
Tan sin reflexión lo usan que como fregona vieja ni sorbe, ni moja, ni seca. Trapo muerto.
Ha sido la contención quien los llevó al exceso. Tanto al niño le increparon «tú que miras», tanto al niño le ordenaron «no te toques», «no lo pienses», «deja eso»; tanto pecado le echaron a su cabecita en blanco, que el niño dijo en secreto: «¡Claro que toco! ¡Y me meto! ¡Si es preciso hasta me encierro! Que oscuros son los armarios para ofrecerme consuelo».
¡Pobres los dos, en fin!: El renegado y el preso.
No saben cómo crecerse, no saben pasear ufanos, no alargan ese placer de estar en uno contento dispuesto al buen embate tanto como al tentetieso. Sí, todo es sexo en esta roca que da vueltas por los cielos.
¿Y qué obra hemos venido a cantar?
Susurra el alma al agujero donde vierte su solaz:
Cosmos eres y en cosmos te convertirás.
El hombre lleva en su hatillo la magia del polvo magno. Poción y brebaje blanco, bálsamo de eternidad: Dos hebras formando un ocho, ¡la hélice helicoidal!, símbolo del infinito representando al genoma de la semilla ancestral:
¿ADN, o Adán?
Eslabones de oro y plata que no se acaban jamás, son guardados en la bolsa que Dios entrega al llegar: Un escroto, dos cojones, y semillas que plantar.
Las mujeres son el huerto, el surco aradito está.

* * *

¿Queremos saber del alma?
¿No habrá entonces que sembrar?: «Tú me gustas, ¿yo te gusto? ¡Probemos a ver qué tal!» Y un consejo, no hables de amor cuando cumples el tránsito natural; déjate tocar y toca, comulga pero no sublimes la mano que te da el pan. Oficia el rito sereno, hazlo sin engañar, con respeto, en amistad. Sé responsable y honesto, nunca faltes a tu par, que estas son cosas sagradas y daña el hacerlas mal. Recuerda que cuanto más sepas de lo que quita y que da, mas sabio serás el día que a ti te toque casar. O como el refrán lo dijo: Antes del matrimonio, conoce a tu demonio.
Y practica, no ceses, permite a la buena natura llevarte de aquí hacia allá, no quede rastro de duda, ni te convenzan las voces que quieren hacer reliquia del siempre vivo grial. Visita a menudo la cueva, bebe de la copa a fondo y vuélvela pronto a llenar, no queden negros agujeros que no ilumine tu cirio, ni permitas que los jueces precinten el santo lugar. Observa que jamás nadie pudo rendir a la conciencia si no ardiendo en ella; y que elevada en las cenizas de cuanto fuiste a quemar, para el alma no hay pecado sólo queda lo real: De la hoguera purgativa, a hermanos en la piedad; y el que esté libre de sexo, véngalo Dios a llevar.
No te avergüences por ser lo que siendo te hizo a ti.
No te encierres en morales que te rompan la moral.
Ni por haber sido casto en mazmorra, pases a ser gorrino en el palacio ducal.
No vengue tu pene nada, tu coño reciba en paz.

* * *

Admito que no muestro más bondades que las escasas.
Negro es mi pan, tomad.
¿Asusta? ¡Negra es también la noche y no ha dejado de ser fiel!
Mi negro pan sabe rico; no enturbia, no ciega, no daña, no me obliga al antifaz. Cierto que soy flaco y magro, ¡más nadie que coma mi pan halla otro horror o molestia que la más pura verdad! Debajo de esta casulla, sólo hay carne que probar; y la curva de mi espalda para el alma es tobogán.
¡Dichoso quien la comulga!
Ése es valiente y ya sabe: ¡No existe la vuelta atrás!
En esta religión arcaica, la liturgia es espiral.
Ser fiel supone un grado, igual que la antigüedad.
Quien da más vueltas, más sabe.
Y el que sabe, Vive más.
Lo que cunde no es el tiempo, que es saberlo utilizar.

* * *

No trates de extinguir el vivo fuego, ni pretendas esconderlo en un baúl. Tú alúmbrate y recibe el calor anaranjado, comparte hoguera, ofrece amparo. Sé presto en la satisfacción de las pasiones; mira que quien se esmera en aplacarlas, aviva las llamas y éstas crecen en poder hasta invadirle. Si quieres no quemarte o detestas causar daño toma en origen la chispa, que de ella harás con criterio un círculo ponderado, y, de acuerdo a tu medida: Grande, pequeño o mediano.

* * *

Si cansado de un buen trote el cuerpo bufa, atiende su resoplar, y al allanarse el terreno, el Verbo recio y amable pásale por la cerviz. Verás el báculo alzarse, al carácter sonreír. Pagana la yegua recibe al Espíritu semental: No es posible flacidez, ni el precoz eyacular, cuando el bastón se ilumina en pulcra sinceridad.
Disfruta los frutos del árbol. Sorbe papaya y granada, ¡dale a la negra grosella, dale a la ciruela roja, dale al kiwi y a la uva y al amarillo peral! No dejes plátano en cáscara, ni vulva por disfrutar. Come la baya y la pulpa, palpa el suave racimal, ¡que folículos descarguen y un gajo te lleve más lejos que el valor de Gengis Kan! Se univalvo y bivalvo, monospermo y abridero, peciluengo y primicial, tardío, navideño, perenne, frugívoro en general; que luego el higo se pasa y el sol no lo cura ya. Aquí estamos en la Tierra y lo que venga detrás no puede ser alcanzado sin saberte asimilar; el cuerpo tiene sus leyes, lo niegue el Papa o Bisbal.

* * *

Hacer un alma de barro:
Aquel quien añora Edén, al cuerpo se ha de llegar.
No dejes de alimentarlo, que el hambre rompe intestinos, cerebro, mentalidad; desquiciado acaba uno, el otro queriendo matar, cuando no se da el mal trago de anhelando santidad terminar arrodillado a orden sacerdotal, siguiendo el mismo apetito que a la luz sabe a manjar y en penumbra a pena amarga, a chasco, a burla, a ilusorio, a suicidio de la paz; pues lo que se hace detrás, castiga al encierro y silencio del alma viva de barro en su presente pasar.
¡Pero quietos, que os veo!
¡Nadie me llame agente del perfecto Satanás! Piensen antes que del goce deviene fe y esperanza, así como caridad; deviene relajo, paciencia, simpleza y tantas virtudes como asumir los dolores, la pena y fatalidad, o el valor de irse llegando a cama de puta más puta que el vivo cabe en tratar. Esa mujer alta y blanca que con caricia letal tumba lo mismo a reyes que a santos y soldadesca, malvados, mendigos, abstemios, ascetas y lo demás; pues todos van a su cuarto a que les meta en el culo el dedo ceremonial: «Toma, bonito, por guapo; ¿te vas enterando ya?» dice la Gran Madame. Y guardando tu cartera, tu cuenta y la propiedad, hace de ti canapé para el festín mundanal.
Yo os digo que los gozados van a la Muerte en paz, y que no engañando a nadie respecto a la propia tendencia de ser hombre natural, habiendo gustado del roce, el frote, la entrada, el vaivén y el cha-cha-cha, no arrepentidos de ave que huyese sin desplumar, se unen al nutrido Club de la Gran Puta Final, felices de lo bailado que nadie les ha de quitar.

* * *

Persigue el alma los mares de su abismo original.
Titanes de las tinieblas cruzan el cielo, se van.
No les niegues ni les temas, son una estrella fugaz.
Saben de dónde vienes y a dónde te has de llegar.
Dicen que antaño eras: ¡Piedra espiritual!
El Templo está hecho de hombres; como sus ruinas, igual.
La materia no es lo malo, que es negarla nada más.
El sexo da cuerpo al alma y el alma es novia inmortal.
Vestida va de Universo; tímida, clara, asustada...
Para reinar en lo sólido, ¡en sólido se ha de trocar!
No haya miedo que le impida, ni dogma que le haga mal.
¡Siga la Danza del Barro!
¡Halla bailes y cantar!
No se margine del juego que le muestra la Verdad:
Cuando Alma y Mundo se gozan, hácese Su Voluntad.

* * *

Defensa erótica del alma es un breve discurso lúdico sobre la conveniencia de la carne en las cuestiones concernientes al desarrollo del espíritu, principalmente durante sus estadios iniciales.
San Lorenzo de El Escorial.
12 de Octubre de 2009.
Limbo Piedra
*








jueves, 15 de octubre de 2009

LE MOT JUSTE Y LA GILIPOLLOISE


[incitado por la entrada inmediatamente anterior, me he decidido a colgar esta reflexión, que tenía cuajada desde hacía poco y que dudaba en si encajarla en mi blog, endosársela a Guiller para un DODO futuro o qué... Al final, aprovechando la nueva etiqueta sobre EDUCACION SENTIMENTAL, doy un paso al frente y la subo aquí, donde creo estará en su elemento]

Hace unas semanas, viendo un programa de cocina, me topé con una invitada bastante fea (fea hasta para mí, que he recibido más de una regañina por mis peculiares querencias en cuanto a físicos femeninos). Quedé en desagradable suspenso por un momento pero, entonces, la mujer empezó a hablar y, una vez más, ocurrió el milagro: lo acertado de sus palabras remodeló completamente aquella imagen y, de pronto, toda la apariencia escorzada (o sea, de escuerzo) se volvió armonía y fuente de deseo. A cada nueva palabra, más sexy me parecía. Por el contrario, una chica de físico que me resulte grato (no sólo a mí, sino a algunas personas más: mis peculiares querencias no siempre son tan intransferibles y hasta pueden llegar a generar un cierto consenso) se deformará ante mis ojos cual alien de MEN IN BLACK en cuanto asome en su discurso la gilipollez. ¿Y qué entiendo por gilipollez?: no la ingenuidad, ni la inocencia, ni siquiera el retardo emocional (o incluso mental), ni tal o cual falla cultural, ni el empecinamiento fanático (fanático, eh, no meramente veleidoso) en posiciones insostenibles... La gilipollez es el insulto a mi condición de mutante, el alarde filisteo, la jactancia en el número sin valorar la calidad de lo que se discute, el regodeo en el lugar común, la obscena ostentación de la condición de normal. Esa impresentable seguridad de que su mundo es superior al mío sencillamente porque ahora, en este microsegundo, es lo vigente, la convención, lo correcto, lo que se lleva.

La gilipollez siempre mata el misterio y la profundidad que dan todo su sentido a Lo Femenino, siempre disfraza las carencias con ropaje de virtudes, siempre tiende al pensamiento debole (incluso, si se apura, al pensamiento cero, a una urdimbre de subrutinas), siempre huye de los dilemas jodidamente sustanciales que obligan a decidir por uno mismo, siempre mira al otro por encima del hombro sin importarle la propia falta de estatura moral, siempre confunde el estrépito con la intensidad, siempre torcerá el gesto y llevará la contraria a quien ose decir que el rey va desnudo.

La gilipollez es el mayor enemigo de la belleza femenina.




Aquella chica con cara
de raíz hipotenusa
yo no sé lo que me dijo
que se convirtió en mi musa
regalándome sonrisas
cual ramos de buganvillas
tan preñadas de sentido
como la misma Sibila.

Las palabras transfiguran,
las palabras desfiguran:
las palabras... configuran.

DEFENSA ERÓTICA DEL ALMA / I, II y III