lunes, 25 de febrero de 2019
"NO ESCRIBAS NOVELA REALISTA, ESCRIBE SOBRE PEDRO" (el sueño de esta noche)
Tal era el lema que ornaba una editorial (cuyo nombre no recuerdo) sita en un hotelito con jardín en un rincón de una avenida ancha que asocio con cierta parte de Joaquín Costa no muy lejos de Castellana. Me quedé un rato contemplando el cuadro y pensé sería bonito publicar ahí ese libro con ilustraciones aparcado desde 2010 y que sólo verá la luz tras mi muerte (y tampoco es seguro...).
Poco antes había visto por la 2 un documental sobre Summers en el que éste (en una escena rodada expresamente para el documental) cabalgaba a una Elena Santonja enfundada en una malla escamosa de látex (como la piel de la marveliana Mística -o de Lois Griffin disfrazada de la misma- pero en color verde), a la que rascaba la cabeza por encima de la frente (en un gesto similar al de Frank Cuesta cuando adormece lagartos) y también se hablaba de una película poco conocida, IO, con Sonia Bruno y una actriz francesa, film muy estilizado y en algunos momentos casi cercano a Antonioni (nada que ver con lo habitual del autor), que sería como su tributo gauche divine (equivalente a títulos berlanguianos como LA BOUTIQUE o TAMAÑO NATURAL).
Poco después de pasar la editorial alguien me paraba. Era una joven alta, con melena oscura lisa como de ama de casa joven de spot de los 60, gafas de pasta y facciones correctas, algo llenas, rodeando una nariz levemente aguileña (asocié su sobriedad no exenta de un punto inquietante con esos montoneros/etarras/fachas de la época, siempre ajenos a la informalidad creciente del swingin y del pop). Su cutis, salpicado no sé muy bien si de pecas o de barrillos, me dio un poco de grima. Dijo llamarse Antoni@ (la arroba viene a cuento porque su voz, bastante andrógina, parecía enmascarar la letra final del nombre entre a y o) y ser "mi hermana" por parte de esa familia que desconozco y de la que sólo he heredado el primer apellido. Y que ya nos habíamos visto en una reunión (me vino un flash de esa reunión al recordar por un momento haberla soñado en otra ocasión). Como en aquella otra vez, me sentí incómodo y sólo quería alejarme, cosa que mi pulsión de aguas menores me ayudó al despertarme.
Dudé un rato si aguantarme el pipí y no encarar la realidad adversa ("esperaré a la mañana siguiente, cuando venga el perito") pero al final, obligado por la tiranía vesical, me encaré. No encendí la luz ni quise ver si había nuevos percances y, tras aliviarme, volví a la cama, intentando recuperar la imagen de la editorial pero sin que interfiriera mi presunta "hermana".
No lo conseguí y, ya en chip de duermevela, empecé a dar vueltas a la idea de convertir el sueño en una entrada para este blog en el que hacía tiempo que no colgaba nada.
Queda la incógnita del críptico lema que ornaba la fachada de la editorial...
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