Un pálpito nos avisa, aunque no lo diga ningún azulejo, que
AQUI VIVE UNA MUJER ABOCADA A LA ESCRITURA
Rareza de pueblo insita en nuestra presunta urbe, la casa escapa de la calle por la que se entra hasta
(sin pretenderlo, en sincronicidad jungiana)
encontrarse de reojo anidando en algún lienzo de esa pintora vecina enamorada del hombre que nunca dejó otro rastrO que el balance de sus pasos.
“En el Salón de Otoño, que es como submarino del Retiro, náufrago de hojas y barro, ha surgido una revelación: la de una niña de diez y siete años. Ángeles Santos, que aparece como Santa Teresa de la pintura, oyendo palomas y estrellas que le dictan el tacto que han de tener sus pinceles”
(RAMON GOMEZ DE LA SERNA)