jueves, 21 de enero de 2010

SAMPLES CORAZONESCOS 11



[En cada entrega corazonesca solíamos incluir entre dos y cuatro reseñas de libros y revistas. He elegido, del nº 2/3, esta glosa mía a la obra de Jünger, que considero fundamental para encarar estos tiempos de mierda]

«EUMESWIL» (Ernst Jünger) (Ed. Seix Barral//1980)

«Si amo la libertad sobre todas las cosas todo compromiso es parábola, símbolo.» (ERNST JÜNGER)

Jünger gusta de estudiar los insectos («la caza sutil», como él la llama). Y estudia a las gentes como si fueran insectos. ¿Esto es culpa de Jünger («glacial, distante, insolidario» -así le califican sus enemigos-) o de las gentes?

Jünger mira el mundo con ojos de águila y su mirada abarca paisajes inmensos, cósmicos. Su amplitud de perspectiva le lleva a ser más historiador que político, más filósofo que activista. Abajo, los insectos reptan en mil mundos diminutos, pendientes exclusivamente de su propia actividad ciega, carentes de toda conciencia universal, absolutizando la parcialidad, regodeándose en el atomismo y obrando armónicamente en tanto que insectos: lo terrible es cuando las gentes se vuelven insectos.

A Jünger le duele ver a sus prójimos como una marabunta más que como una comunidad de personas libres. Pero es demasiado viejo (luciferinamente viejo -esto es, demasiado sabio-) para utopizar: ha visto el rostro monstruoso de todas las utopías y cómo, al final, la última palabra la acababan teniendo los profetas malditos, incómodos, los antiutopistas (Zamiatin, Huxley, Orwell...). El no puede hablar a las masas (ello es imposible: a las masas solamente se las enardece para luego domarlas) sino a las personas, una por una, a través de páginas íntimas y serenas de diarios, de ensayos breves, de novelas metafísicas. Sin dogmatizar, sin pontificar, poniendo el dedo en la llaga con la suave ironía de un águila milenaria demasiado indómita para figurar en los blasones.

Jünger es el ciudadano alemán soñado por Lassalle para su truncada revolución nacional: aristócrata y campesino, jamás burgués. Dice las verdades para quienes quieran entenderlas: no pretende seducir, le repugna la demagogia. Prefiere el gran drama de la Naturaleza a los melodramas de la civilización (esa jaula dorada que empequeñece a los seres humanos), estudiar y reflexionar sobre el gran libro de la Historia a perder el tiempo con panfletos a la page (los panfletos sólo ganan con la pátina del tiempo y cuanto más rechazados fueron: la chispa del genio se halla precisamente en ese rechazo).

Jünger es un caballero y cree en el honor, en la moral personal, en el amor como conspiración de dos contra el mundo. Su amplísima visión le permite reconocer el profundo, inalienable valor de la Libertad. En su larga experiencia ha aprendido a desconfiar de quienes contaminan honor, moral y amor con falsas generalidades, con banderías.

Un poco de atención a la fisonomía: Jünger posee una belleza inmarchitable, natural, de animal, árbol o roca. Una belleza agreste, opuesta en lo absoluto a la artificiosidad decadente que hoy tanto se estila. Una belleza que se acerca a la consunción con duro hieratismo medieval y no con blanda putrefacción helenística. Una belleza en la que el carácter imprime su sello a la carne y no a la inversa.

Pero atención: Jünger es todo Jünger. Los neoliberales snobs que se sienten cómodos con su arquetipo último del Anarca se enteran tan poco de qué va la vaina como los totalitarios que pretenden reducir a nuestro hombre a sus primeros ensayos («El trabajador», «La movilización total»). Tal vez la posición más justa para un profano que desee iniciarse en este autor sería partir de su ensayo más equilibrado, tanto cronológica como temáticamente, «La emboscadura», y, desde ahí, atendiendo a sus rasgos biográficos, acercarse al Jünger más beligerante de los 20 y primeros 30 y al último Jünger, más escéptico y amigo de soledades. Entre medias, eslabones precisos y preciosos («Sobre los acantilados de mármol», «Abejas de cristal», «Heliópolis»...).

Al final, el Anarca ha de entenderse como la suma de toda una vida, como implicado en el contexto de un continuum, no disociado como una traición al pasado, una conversión o un pendulazo. Jünger es demasiado implacable en su coherencia para conversiones o pendulazos: recordemos que, entre las acotaciones a «El trabajador» y su «Eumeswil» no pasa demasiado margen de tiempo. El Jünger anciano dialoga con su juventud sin acritudes, sin repudios, enriqueciendo el brío inicial con el tesoro acumulado de su experiencia. Por ello, todo intento por parte de neoliberales o de totalitarios, de hormigas humanas de toda laya, de reducir a Jünger a su minúscula esfera está condenado de antemano al fracaso.

Porque con Jünger se vuela alto.

«Hoy día sólo puede vivir quien ya no crea en un happy end, quien haya renunciado a él a sabiendas. No existe un siglo feliz, pero sí existe el instante de la dicha y existe la libertad del momento.» (ERNST JÜNGER)

Si deseáis disfrutar de otras reseñas, muy fácil: pulsad aquí

10 comentarios:

Miguel Baquero dijo...

Recuerdo "Sobre los acantilados de mármol" como una novela magnífica, inteligente y desconcertante

el zurdo dijo...

A EJ la broma le costó un hijo por su difícil pero encomiable postura de luchar en el ejército convencional alemán y a la vez practicar la resistencia al régimen usurpador (resistencia espiritual -con escritos como ese libro, leído en el frente ante la ira de los mandos pardos, que tomaron cumplida nota y se cebaron con Ernstel, el hijo ejecutado como venganza/aviso- y resistencia fáctica -con su rol en París actuando contra la política de pogromización en la medida de sus posibilidades y con sus estrechos contactos con el círculo de altos oficiales que prepararon el atentado contra Hitler-).
No puede decir lo mismo aquel pícaro "antifascista" de la Amical Mathausen que se hizo pasar por superviviente de campo de concentración cuando no era cierto .

Limbo Piedra dijo...

Zurdo, una vez más (y van...), la sincronía entre ECDB y el espíritu pielobino es plena.

Cuando me nutría de información para cumplir con mi compromiso de escribir "Almodovar mon amour" (Temas de Hoy, 2007), me quedé con tu cara, por así decir. Los comentarios, artículos y entrevistas que iba recopilando de ti rezumaban aquello que uno como yo aprecia, Lo Real. Eras el testigo sincero de la Movida; con esa mezcla de distancia, soberbia y observación minuciosa con la que el coleccionista de insectos escribe en su cuaderno de notas los pormenores de cada pieza.

Cuando, un año más tarde, nuestro común y respetado amigo Charlie Mysterio tuvo a bien presentarnos, yo estaba en plena efervescencia titiritera, que diría alguno (JA!JA!JA!! ¡Sin detenerse a valorar el profundo sentido dionisíaco de ese saltimbanqui, ni su hermandad con Lo Más Viejo!), y, dedicado yo a los orígenes abismales y su ancestral raigambre pastoril, tu particular visión del mundo moderno y contemporáneo, léase sociedad/política/historia, así como esa cierta displicencia por todo aquello ajeno al refinamiento, la erudicción y el compromiso, y, por último but not least, tu leal disposición para atacar actuando siempre y donde fuera, más allá de las vicisitudes que a otros que no te llegan a los talones ni por obra ni por experiencia les hicieron rajarse de manera soez y desclasada, contribuyeron a que, desde el mito a la pAsmodernidad, esta aventura llamada Piel de Lobo largase los hilos del destino que no ven los comunes, y fuese solidificando en un proceso que, alguna pronta mañana, haga presente nuestra forma.

Solve et coagula, que decían los alquimistas. Esta es la fase que ahora estamos terminando. Así que contención; pues en ocasiones la necesidad apremia y salivamos fantaseando con los frutos que ha de darnos (¡merecidamente!) nuestro afán... Pero la realidad es otra, más grande y más bella.

En alguna ocasión, me dibujaste como aquel que enardecía a las masas desde el balcón, mientras tú permanecías en la sombra, detrás de la cortina, susurrándome al oído. Puede ser, pudiera; más no desconsideremos al silencio que se protege tras las máscaras de los figurantes: Nada hay tan hermoso y justo.

Cuidémonos también de arramblar con todo si no recibimos el salario o los frutos que nuestra fantasía señalaba. Más aún, cuidémonos de que esa rabia arremeta contra aquello que precisamente esperábamos como pago a nuestros afanes. Pensemos que nuestra filosofía ha de jugar un papel si queremos transmitirla.
Cuidémonos, por tanto, de la ira repentina, pues el destino es sabio y puntilloso con aquellos que aspiran a la vacante. Y NO cesará de castigarlos hasta que salgan de la cueva con el tirso. Cuando le das tiempo al tiempo, estás cuidando de ti, Zurdo.

Relax.
Paciencia.
FE

Como dicen que decían los templarios: NON NOBIS, DOMINE, NON NOBIS, SED NOMINI TUO DA GLORIAM

pd: no encontrarían mejor refugio los corderos pielobinos, que El Corazón del Bosque.

el zurdo dijo...

Lo de "Dios los cría...", que normalmente se usa como peyorativo aludiendo al engrosamiento de raleas y calañas, alguna vez excepcional debía tener un sentido más positivo. Lo mismo con PDL esto se cumple.

Limbo Piedra dijo...

Lo mismo...

sanadora dijo...

"Humildad, servicio y amor a los ideales".....

Limbo Piedra dijo...

Como afirmé hace ya muchos años, las bellas ideas están para servirlas, no para servise de ellas.

el zurdo dijo...

Es lo que diferencia al humano decente del proxeneta. Servir a la Belleza, no servirse de ella.

Limbo Piedra dijo...

Qué gran samples corazonescos este, pienso al releerlo.

¡Ya verás qué cesta vamos a hacer con todos estos mimbres!

Será preciosa y dentro cabrán las cabezas de unos cuantos proxenetas

Zarafin dijo...

Fantástico artículo.