En mis pulsiones de deseo siempre he preferido la neurona cabalgando a la hormona y no a la inversa. No por casualidad mi único nexo permanente con Woody Allen (tan sobrevalorado por gentes que detesto, con Roures a la cabeza) es aquel cuentecito suyo, LAS PUTAS DE MENSA.
Pienso en neuronas y me vengo arriba, sea la maternal elegancia del erudito solitario que encarna Burt Lancaster en CONFIDENCIAS acunando a un maltrecho Helmut Berger, sea la sibilina sonrisa de Dirk Bogarde (sonrisa que explicitará aún más insidiosamente en sus deliciosas novelas de jubileta y sonrisa que, por mucho que lo intente, jamás "clavará" ese monicaco con ínfulas de EL SIRVIENTE llamado Jorge Javier Vázquez), sean los duelos verbales de Bogart con féminas de mente despierta (Bacall, o la Dorothy Malone de EL SUEÑO ETERNO), sean esas muchas mujeres, diosas y súcubos que recordé en una de mis más logradas entradas shadowliners.
Pienso en hormonas dominantes y todo se viene abajo, sea el mugido de berrea de tanto adolescente sobreexcitado (mugido que en mis años de colegial siempre avisaba de que algún energúmeno se aproximaba con ganas de regalarme un sopapo, cosa que nunca me hizo tilín por mi escasa afición al bondage -salvada la excepción de Lady Heather en sus coloquios con Grissom, pero ahí volveríamos al cuentecillo de Koenigsberg-), sea la mirada empalagosamente entornada de una ninfómana con los pensamientos chorreantes de baba (grandiosa imagen de Stephen King), sea la tontiloca ("cállate la boca" apostillaría el sufridamente lúdico Michi Panero) que encara una y otra vez su destino a base de embestidas y nunca de estrategias, sea la demagorrea testicular del buscón Pablillos (AKA el moño alfa) que contrasta con la visión mucho más neuronal de su rival Errejón capitaneando (en venganza como plato que se sirve frío) al batallón turquesa de todos los excrementos que fue evacuando en su particular y grotesco asalto a los cielos tongados del show de Truman (hoy son esos excrementos quienes parecen junto al PP sacar más tajada de los inminentes comicios madrileños: el azul en sus dos tonalidades, la pepera y la errejonita, da la impresión de marcar el tono para el próximo martes).
En resumen, que aunque la hormona se vista de seda, si no hay neurona no hay alegría... Al menos para mí.