FREE YOURSELF FROM MENTAL SLAVERY

Extracción de la piedra de la locura, el Bosco.


He renunciado a varios prometedores futuros.

Lo hice en cada momento que trataron de engañarme o menoscabar la dignidad de mi trabajo. Mi recalcitrante negativa a bajar la cabeza o poner el culo en pompa viene ya desde el hogar y el colegio. Tenía un profesor que obligaba a los alumnos malos a poner la frente en su mesa y entonces les collejeaba. Cuando me dijo a mi que lo hiciese, le propuse otra opción: "salimos al pasillo y nos pegamos los dos". Se quedó sentadito y cambió la idea por la de hacerme copiar no sé cuantas veces cualquier frase estúpida. A mi padre le hice la guerra desde los doce años por la sencilla razón de que me pisoteaba la moral, y hasta que no lo tuve rendido tampoco le ofrecí mi mano amiga para ayudarlo a levantarse.

Mi primer trabajo fue en una inmobilaria. Me vendieron la moto de que allí iba a progresar mucho y que había grandes posibilidades de promoción. De día curraba en la inmobiliaria y de noche en un garito, dormía cuatro horas. Al cabo de dos años, las posibilidades de promoción habían sido inversas y yo era el recadista del jefe. Entonces me sobrevino un cáncer. Cuando un año y medio después me recuperé decidí abandonar aquella inmobiliaria en la que mi gran experiencia fue pintar pisos por las siete calles de Bilbao o vigilar obras para que el patrón se ahorrase al guardia.

Mi segundo trabajo serio era en una productora de televisión y prensa. Sonaba precioso y me venía al pelo: escribir reportajes, viajar, conocer gente. El jefe resultó ser mal pagador, y yo andaba cubriéndole la espalda de sus acreedores. Me largué.

Durante años me dediqué a ir por libre y ganaba bien de pasta buscándome la vida por redacciones de revistas y periódicos.

Luego tuve la brillante idea de comercializar un producto culinario de esos que llaman delicatessen, pero el gerente era un nazi disfrazado de progre y acabé dándole un cabezazo; no por nazi y tampoco por progre; por hipócrita.

Para entonces había publicado dos biografías noveladas que habían ido bastante bien y la industria editorial quería continuar explotando aquel filón, pero yo no. Yo había escrito la primera de esas biografías con el mero propósito de entrar en el mercado, y la segunda por encargo (o sea dinero) y a resultas del éxito de la primera; pero no estaba dispuesto a seguir haciendo aquel trabajo porque sencillamente no me motivaba.

Así que dejé el grupo Planeta para recalar en una pequeña editorial de buen gusto que publicó mi primera novela, Malvania. Un año más tarde, Ediciones B quiso comprarme El íntimo, asegurando que harían del libro un best-seller. Sólo que ellos pretendían venderlo en el nicho de espiritualidad, yo propuse el de narrativa y se indignaron de que opinase en contra de su criterio.

- ¡Nosotros pensábamos que habíamos venido a hablar de dinero! - se quejó el director editorial.

- Pues ya ve que no, yo he venido a hablar de literatura - le respondí - Y sólo pretendo cuidar de mi carrera.

- ¿Es que piensa que le quita prestigio publicar en la colección espiritual?

- No puede quitarme lo que no tengo - le dije. Y volví a repetirle que era una cuestión de rumbo literario y que era de eso de lo que debíamos hablar antes de pasar al dinero. Pero se negó, y ahí quedó todo.

Por entonces, yo vivía en Cantabria y logré un puesto de comercial en una compañía telefónica. Ellos estaban muy contentos conmigo y me trataban fenomenal, el problema era que me pasaba el día engañando a la gente para que se cambiasen a mi operadora. En un momento u otro siempre era cuestión de engañarles, y lo dejé.

Ya ven, he renunciado a varios prometedores futuros y en esas estaba cuando llegó la crisis.

Dos años en paro, cobrando minucias de alguna que otra revista por mis artículos hasta que una de ellas me ofreció ser Redactor Jefe. Era un trabajo de lo más apetecible y acepté encantado a pesar de que el sueldo no era ni de mileurista. Saqué un número y, al terminar, la jefa me dijo que había que apretarse el cinturón y que mi sueldo quedaba reducido a la mitad. Es decir, 302 euros después de pagar a la SS. Vale, no me importó porque me gustaba el trabajo y la revista pintaba bien. Para salir cuanto antes de aquella situación me esforcé en labores de comercial, marketing y RRPP amén de las mías propias como redactor y otras que, en mi faceta de testigo de la actualidad y sus protagonistas, me arrogaba a mí mismo. Pero resulta que la jefa perdió de vista la realidad y aún me exigió más.

- ¡Hay que tirar del carro! - me dijo airada una mañana cualquiera y de improviso.

Así que me llevaron los demonios y la mandé a paseo sin terminar el número que traíamos entre manos, el 13.

Sí, he renunciado a varios prometedores futuros.

Excepto a uno, y creo que es el único: no dejarme tomar por esclavo.

A día de hoy vendo relojes por la calle, cuido de mi bebé y escribo.

Pero que no venga nadie a marear la perdiz con otra cosa que no sea la más pura verdad.

Que nadie venga a discutir su vanidad conmigo.

Esta mañana, por terminar con una perla, nos han dicho que un concejal socialista de Santoña ha presionado a la directora del programa en el que cada lunes tenemos tertulia. Según él, no podemos contar las cosas si las cosas que contamos no son las que el piensa. Le he dicho a la directora que prescinda de nosotros y conserve su puesto. Nosotros, al fin y al cabo, somos la mala hierba que siempre dice la verdad. Y esa vuelve a crecer en todas partes.

Mi labor no consiste en caer bien, parecer simpático y que la gente me quiera por escribiir cosas preciosas.

Esto es Piel de Lobo.