jueves, 30 de diciembre de 2010

HACIA 2011

Finalmente, uno llega a la conclusión de que cambiar el mundo es un acto arrogante.
Un chillido de niño malcriado.
Y que el único cambio posible es en nosotros.
El íntimo templo.

He aquí un nuevo extracto de la novela Pepe Babel:
(...) Y respecto a su empeño en cambiar el mundo, discúlpeme, se lo ruego, pero, ¿no le parece superior a sus fuerzas tratar de mejorar la obra de Dios? Mire que el mecano está en marcha y se mueve, y nada está terminado sino en constante formación. (...) Quiero decir que lo que Él nos ha dado es el libre albedrío de formarnos y mejorarnos a nosotros mismos, pequeñas piezas de Ésta Creación Suya, y que a través precisamente de nosotros, ¡se ejecutan Sus planes! De ahí que el trabajo sea para los hombres como una oración. Pero cambiarlo todo, ¡qué arrogancia! ¿Quiere reprogramar el juego? ¿Y qué haría? ¿Llevarnos a la última pantalla sin que nadie haya vivido? ¿Cuánto duraría en ella aquel que no ha pasado la primera? ¿Es que no cree usted en la vida eterna? ¿No ve que Todo es Dios y a sí mismo se corrige irremediablemente? Le diré algo: tratar de cambiar el mundo son ganas de escurrir el bulto, y eso, por desgracia, es imposible, porque siendo Dios Uno, no se puede salir de Él (...)

























(...)En todo caso, la poca o mucha fe que tenga permanece incólume; y no como la suya, de la que tanto alardea para enseguida quejarse, sin detenerse a considerar que Él diseña cada situación en aras del porvenir, también ésta que a usted tanto le disgusta, y que pedirle cuentas demuestra precisamente falta de fe y confianza. En cuanto a exigir que le reciba, debe entender que Su presencia es perenne, y sentirse ante Él a cada instante, ya que la realidad es esa. ¿O lo que quiere es que lo coja en brazos y haga carantoñas? Porque, en tal caso, debe acercarse a Él manso como un corderito o cantando dulcemente, en vez de berreando (...)

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