jueves, 2 de febrero de 2017

HACIENDO COMIDITAS EN LA CASITA DE LA JUGUETERA



Continúo descubriendo por tv nuevos espacios culinarios. Durante los últimos meses he cenado acompañado por MENUDOS CHEFS (que se emite por el canal Ten y que ahora, pasada su emisión de la hora de la cena a la del té, seguramente dejaré de seguir): un duelo entre un chef adulto de reconocido prestigio y tatuajes (los tatuajes, que no falten) y un equipo de "prodigios" entre los siete y los catorce años. Generalmente, ganan los infantes ante el estupor de sus contrincantes, que unas veces se crispan y otras lo aceptan con deportividad e incluso con afabilidad paternal. La mezcla de rigor y anarquía en la resolución de los platos, todavía más exacerbada por las muy diversas temáticas propuestas por los jueces, supone siempre para mí una inyección de creatividad y, ahora, cuando me meto en la cocina, bien pertrechado con las sartenes que me regaló la pantera Esther y mi cada vez más útil cazuelita de barro, saco todo mi retardo emocional para lanzarme a la elaboración del almuerzo o la cena como si aún tuviese dientes de leche o mis hormonas empezasen a desentumercerse en pleno albor de la pubescencia.

En total, los "prodigios" son ocho, y de todos los colores (cuota blanca -en su triple faz céltica, anglosajona y semítica-, oriental, chicana, más dos negritos un poco sositos, por lo estereotipado). ¿Mis favoritos? la benjamina del grupo, la diminuta y pizpireta chef Estie, chinorrina que unas veces aparece desdentada y otras no, en plena transición de piñata, y que suele confundir al contrincante con sus arteras artes de cachorrita resabiada; la preadolescente y un tanto lánguida chef Emmalee, de camélidas facciones (ese perfil rotundo tan de mi agrado, ese belfo...) y nacarada aura, con algo de brujita de los pucheros y siempre jugando con sus largos cabellos cual gorgona novicia; a las que añadir al líder del equipo, el desgarbado quasi quinceañero chef Cloyce, con un punto perversamente british (como un alevín de topo del M15 al servicio de Moscú en los años más tórridos de la Guerra Fría). El que me cae peor es el otro veterano del grupo, el chef Holden, un a modo de Rajoy rubio y semipúber que alardea con frecuencia de su dominio de lo "molecular" (con lo que yo odio lo "molecular"...).

Estoy pensando en las ricas merendolas que perpetrarían estos "prodigios" en la casita de chocolate con mandarina de la juguetera Anne Murdock y lo que disfrutaría en ellas el amigo L.T. Dogson, antiguo miembro del fallido colectivo de terrorismo cultural MB (o sea, Magnolias Bruttales).

Yo seguiré, en pleno chip del BIG de Tom Hanks, entreverado mi corazón pubescente con mi cronología al borde de la sesentena, como eterno aspirante al equipo de MENUDOS CHEFS dándole a la sartenada y a la cazuelita de barro. Y la chef Estie, cual Campanilla amarilla, me dará sabios y traviesos consejos encaramada en mi hombro.






Una última cosa: procuren verlo en v.o. Lo estimulante y fresco de las voces originales contrasta con lo chirriante del doblaje, con esas abuelas haciendo de niñas a lo HEIDI o esas voces epicenas a medio cambiar a lo Coque Malla que siempre me han dado tanta grima...

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