jueves, 17 de septiembre de 2020

PORN sí, pero con el FOOD delante


Siempre había visto desde fuera, como algo jocosamente ajeno, a esas gordas deprimidas de las telecomedias que a medianoche asaltan la nevera y se vacían un cubo de helado de una sentada. Esta mañana las he interiorizado de manera epifánica al estrenar un cubo de yogur cremoso con vainilla del glan LIDL y he comprendido que para incentivar mi ceba terapéutica con que albardarme blindándome en kilos contra vainas, virus y tribulaciones, he de explorar (cual gastronauta -versión homérica del psiconauta jüngeriano-) las sendas apenas oteadas de lo guarripeich y lo food porn (que diría la chisposa Gabi Uriarte). Digo apenas oteadas porque sólo la paseé en los momentos más gulosos de aquella relación fallida en tanto pero que duró lo que duró (o sea, sorprendentemente más de lo esperado -un lustro y pico, descontando los estertores-) en buena medida por nuestra común afición a las ingestas copiosas y variadas (y es que cada día tengo más claro que una mujer poco dada al empapuzamiento, que no disfrute comiendo, siempre me resultará ajena o un completo fraude -quienes sigan las aventuras gourmet del amigo Mame en el cada día más lustroso recetario shadowliner o mi balance de cocineros de la tele ya me habrán pillado el punto-). Mi primer libro se abría con una fantasía de amar y comer, el ya mítico (entre minorías infinitesimales) TALAMI. Y recientemente he vuelto a fantasear con estos asuntos, por ejemplo, en este mismo blog. Y es que lo PORN sin el FOOD delante, como que no, pero que no, ¿eh? Otros disfrutarán con Torbe y sus guarreridas: yo me quedo con Adam Richman y con las chisposas peleíyas de Ander y la mentada Gabi en A BOCADOS...




martes, 1 de septiembre de 2020

PARADOJAS DEL CUOR

 

OH, VEN, VEN, TU...


Tenía vocación de desvanecida y, desvaneciéndose, su recuerdo se me hizo imborrable.



QUE CORRA EL AIRE...


Hubo, en cambio, quien se empecinó en jugar a cara de Bélmez y, como éstas, a cada nueva reaparición, más yuyu. No podía comprender que tal obstinación la llevaba a perder la partida de antemano. 



martes, 18 de agosto de 2020

mom como terapia

 Cuando, con la incógnita esta del CV, uno vive cada día como de prestado y las perspectivas ya bastante dudosas de volver a hacer algo en música (esa presentación del disco de PARAISO dos días antes de comenzar el confinamiento y en que se esbozaron algunas perspectivas) parecen desbaratarse por completo; y la casa de uno continúa malamente en pie como un barco ebrio de averías y percances; y uno sólo tiene como escape las lecturas matutinas en pantalla, algunas series vistas por la tarde y la noche, la cosa culinaria (imaginación en tiempos de indigencia) y los ocasionales oreos que alguna buena amiga me depara o las eventuales tertulias con el zenmeister, toda ilusión o ambición entre orsiana y quijotesca, todo dandysmo espiritual se pliega a la bota de la realidad y uno se descubre a cada momento como un personaje de la serie más oscura y demoledora de Chuck Lorre, MOM. Uno no se drogó ni se emborrachó ni se arruinó en el casino: mis adicciones en las que perdí energías y dinero fueron siempre las mismas, quijotadas de autoedición (varios libros, la saga corazonesca... todas esas gloriosas miserias que configuran mi blog más papelero), de compromisos con demagogos que siempre me defraudaron, gestos caballerosos que me estallaron en la cara como coz de galeote, rehén siempre de mi karmafrenia unamuniana. Mi dosis diaria de MOM me recuerda aquello que siempre gustaba de repetir (sin pensar en lo ominoso de la frase) Merche, la que fue teclista y co/autora de temas en PROYECTO BRONWYN (mi mayor quijotada musical, tanto en su creación como en el medio millón de pelas de las de entonces que se fueron por el sumidero), "LO QUE NO PUEDE SER, NO PUEDE SER, Y ADEMAS ES IMPOSIBLE". Uno, a estas alturas, ya se conforma con vivir con el menor estrés posible cada nuevo día, rebajando las expectativas al mínimo y sintiendo cada tarde mayor empatía por la sufrida y entrañable pitufina.


martes, 28 de julio de 2020

BRAINJOB



El único job procedente de mujer que me anima y estimula es éste, que, además, engloba a todos los demás (en tanto en cuanto los eleva a su mejor y más luminoso sentido, sin sordideces ni rutinas).

Desde hace años, sólo hay un nexo que me hace identificarme con Woody Allen (de quien cada día que pasa me siento más ajeno): este cuento, que siempre asocio con mi escena favorita de EL SUEÑO ETERNO, la del flirteo de Bogart con Dorothy Malone en la librería.

Porque una relación donde la neurona sea rehén de la hormona, aparte de retrotraerme a flashbacks traumáticos de mi infancia, me lleva a no ser yo, a interpretar (malamente, por mi nula vocación al paripé) un rol de "servicio de acompañantes" o a anhelar una pronta lobotomía para estar a la altura (perdón, a la bajura) de las circunstancias. También me hace pensar en mi frase favorita de mi película favorita de los Panero: aquel TONTILOCA, CALLATE LA BOCA con que un Michi zarandeado en su vida por estupideces y locuras de toda clase de prójimos y familiares se desahogaba.

En la red he colgado mil aullidos similares a éste. Y los que te colgaré, morena (o rubia -o carotena-)...

http://zurdman.blogspot.com/2015/07/o-minerva-o-me-enerva.html

https://wwwpieldelobo.blogspot.com/2009/10/le-mot-juste-y-la-gilipolloise.html

http://www.shadowline1.com/lineadesombra/ilustrada.htm



martes, 21 de julio de 2020

LA CANCION DE PITUFINA



Ayer inicié mi escucha quinquenal de Bette Middler. Y, de pronto, resolví una asignatura que tenía pendiente: encajar a esa voz tan morrongona y expresiva un físico que no me desconcertase. Había descubierto a la Middler en los 40 Principales cuando debutaba en los 70 invitándonos a bailar y me la imaginaba bella y luminosa cual helado de vainilla. Cuando me hice tiempo después en Los Sótanos con su primer álbum LA DIVINA MISS M y vi la foto de contraportada no casaba aquel físico con aquella voz. A diferencia de la Minnelli, en quien nunca me sorprendió el batracio denominador común entre el poderío vocal con un punto gorgoteante (que diría Lovecraft) y sus trazas tan peculiares, con la Middler tenía que abstraer e imaginar algo diferente. Más frágil, más gatuno, más cercano a la solista de las Shangri La's (pitufina rodeada de mujeronas equinas), por mentar un grupo al que Bette versioneó en ese disco de debut. Pero la complejidad dramática del repertorio middleriano trascendía el vintage adolescente y esa voz seguía huérfana para mí de una imagen completamente ad hoc.

Ha sido ahora, cuando me he enganchado vespertinamente a una nueva saga de Chuck Lorre (como me pasa siempre con este hombre, caigo en su hechizo tras años de no hacerle ni caso -me pasó con DOS HOMBRES Y MEDIO, con las peripecias de Sheldon Cooper y su cuadrilla, sólo con ROSEANNE entré a la primera y quedé prendado de su hija Darlene, que me llevaría a cumbres mitómanas -aquellos morreos con la tocinilla Barrymore en POISON IVY...- hasta que la fastidió retocándose el perfil y desfigurando su encanto mustélido), el descubrir por fín que las canciones de la Middler si se trocan en imágenes son la perfecta ilustración de la baqueteada etopeya de esa pitufina de vuelta de alcohol, drogas, juego, barra de stripper, con su gigantesca madre a cuestas (cual viejo del mar de Simbad), siempre intentando superarse y caminando por la vida con la torpe osadía del funámbulo a la fuerza, la gatita curtida y desvalida a un tiempo que Anna Faris borda en la serie MOM, la más cruda y feroz del siempre vitriólico Lorre. Si en mi cotidianidad de autistónomo quasi indigente me he visto en los últimos tiempos cada vez más como un personaje de una de sus series (cuando me topo con una nueva avería, o un nuevo contratiempo burocrático, o algún sujeto anticlimático que me fastidia la precaria estabilidad de la jornada, o se me corta el soplo miestras realizo mis tareas escherianas...), el descubrimiento de Christy Plunkett y su caterva de compañeras de infortunio eleva esta identificación a la enésima potencia. Y la caravaggiesca lucha de luz y sombras que implican las canciones de la Middler desde que empecé la escucha se solapan con los ojazos entre inermes y feroces, con el mohín entre apucherado y rabioso, de la pitufina.


lunes, 1 de junio de 2020

EL CRACK CERO ES...


...una historia, unos diálogos (que siempre asocio y asociaré con Rafael Gª Serrano), unos personajes (más grandes que la vida y, por tanto, capaces de cargar con sus intérpretes -siempre que éstos no lo hagan rematadamente mal-) y una música. Y sobre esos pilares tratamos de olvidarnos de las orfandades (huérfanos de la mirada taladradora de Landa para conformarnos con la estolidez "abascaliana" de Carlos Santos, huérfanos del inmenso Bódalo, huérfanos de Rellán pero valorando el meritorio esfuerzo de quien intenta calcarlo en esta nueva entrega), y sorbemos gozosamente las fugaces apariciones de Luis Varela, y disfrutamos ese comienzo en los aseos a modo de homenaje a Jesús Neira, y sonreimos con la cabezona Cayetana haciendo de madame y obligándonos a la comparación con Mayrata O'Wissiedo (a quien, por supuesto, no supera pero tiene gracia verla de "Mesalina" si pensamos en las vueltas que da la vida y el espectáculo -y no digo más...-), y aceptamos que Andoni Ferreño recoge bien el canallesco testigo de Manuel Tejada, y que la secretaria Moli hace de puente con los 80 (uno la ve perfectamente encajada en las primeras entregas y se olvida en su presencia de orfandades), y en cuanto al rockero Johnny Olas (ignoro en quién está basado) pero bien muerto queda cuando uno piensa en varios hideputas (de diversas generaciones) que vio en el Colegio de Médicos en aquella asamblea de la SGAE para plantear la sucesión al depuesto Teddy Bautista. En fin, sin llegar a los dos anteriores CRACKS (porque era imposible por imperativo de orfandad), la cosa tampoco ha sido tan cutre como me la habían pintado. Tal vez leída como guión novelado, colocando el reparto que nos parezca, ganaría pero, bueno, insisto, pensando en lo que hoy es el cine eXXXpaNYol (y ya no digamos las series infames de las privadas), no está tan mal.