domingo, 27 de junio de 2021

CLEOPATRA (bajo sus luces y sombras)

 

Releyendo a Camille Paglia, al llegar a su contraposición de la apolínea y cerebral Nefertiti con la dionisíacamente bulbosa (con v también se completa el sentido) Venus de Willendorff, caigo en la cuenta de por qué mi desazón ante la Cleopatra encarnada (nunca mejor dicho) por Liz Taylor, tan retaco y antítesis de lo estilizado (y que asocio con una canción de Bernardo Bonezzi que siempre me ha parecido muuuuuy grimosa tanto en letra como en interpretación). Cleopatra, decadente rescoldo de la alienígena Nefertiti (si nos atenemos al devenir histórico en tobogán de las dinastías egipcias), pese a todo, seducía según Goscinny y Uderzo por su talle esbelto y su divino perfil. La reina Cristina de Suecia, en su acepción más "garbosa", comiendo uvas con John Gilbert, me parece más cleopátrida. O esa pasión de la habitualmente serena Sela Ward por House, su ex, que la descompone y desmelena (nunca hemos visto a la Ward tan agonal) desde su puñetero y distante atractivo. Nuestra Sela Ward, Jana Escribano, presentadora y mayormente locutora de documentales, no tuvo ocasión de desplegarse como actriz egipcíaca, faraónica, tórrida en su hieratismo, y muy pocos la sitúan aunque todos la han oído alguna vez narrando bocados de realidad por TVE2. Conceptualmente, ese erotismo craneoencefálico, ilustrado, intelectual, lo recogería en su breve momento de gloria por TVE la magnífica Olga Barrio: y digo conceptualmente porque su rostro aniñado, de ojos enormes, graciosa naricilla y boca abundosamente sensual en su perpetuo mohín, contradice todo hieratismo, como una párvula jugando a sinsombrerista discípula de Ortega. Otra Cleopatra doméstica y muy ajustada tanto en su talle, melena y divino perfil fue la más grande dama de la Movida, que sacó de mí algunas de mis mejores canciones y que me paró los pies, hastiada de mi adoración, en una de ellas, donde tuneó parte de la letra original, creando un curioso efecto esquizoide entre las estrofas y el estribillo. Seguro que los complejos juegos de la reina tolomeica con sus caudillos romanos, juegos tan gatunos y tan housescos (remito a lo dicho antes sobre las agonías de Sela Ward ante el goloso acíbar de su ex), también podrían quedar bien reflejados en la ambivalencia un tanto críptica de BAJO TUS LUCES.  




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