viernes, 9 de julio de 2021

EL RETRATO DE NORMAN BATES


 Lo que en Dorian Gray es la belleza física desafiadora del Tiempo, en Norman Bates (quien dice Norman Bates, dice su AKA Anthony Perkins) es la inocencia como formalismo que también pugna con el Tiempo (no hay mejor antioxidante que la condición de retarded emocional -esto Chuck Lorre lo explicitará jocosamente en la figura de Sheldon Cooper, cuya definitiva vuelta de tuerca es la secuela/precuela de Sheldon niño narrado por Sheldon adulto, un Sheldon este último, por la propia cronología de la serie, que suponemos ya casado y co/ganador del Nobel-). El desfase entre la edad real y el aspecto tanto externo como psicológico de Perkins/Bates en LA DECADA PRODIGIOSA de Chabrol confirma lo dicho. El retrato de Norman es su madre momificada y es curioso que cuando, con la primera secuela de PSICOSIS a mediados de los 80 (que daría pie a dos más, una de ellas dirigida por el propio protagonista en clave bufa), se produce un revival del Perkins/Bates arquetípico (pura inocencia en todos sus roles, pero inocencia siempre atormentada por fantasmas íntimos, no importa que quien lo flanquee sea la ondina Audrey Hepburn, la descarada BB, la testosterónica Melina Mercouri, la borealmente climatérica Ingrid Bergman o Gary Cooper como patriarca bíblico de western, hasta llegar al ya mentado clímax chabroliano, en el que se acaba el ciclo, aunque el genial Huston con el rol que le proporcionaría en EL JUEZ DE LA HORCA, otease socarronamente lo que le depararían los 80, de la inocencia al esperpento, con ese final horroroso en una de las películas más demenciales del cine español, LOS GUSANOS NO LLEVAN BUFANDA, rodada un año antes de su muerte), este revival contrasta con la nueva presencia del Norman salido de la cárcel, con un aire momificado en su predicador turulato con Ken Russell, en su híbrido de Jekyll/Hyde the Ripper en AL LIMITE DE LA LOCURA o en sus últimas encarnaciones de PSICOSIS, cada vez más "talla medieval de algún monasterio". Aparte el contraste entre la momia materna de Norman, poniéndonos hiperrealistas, tampoco es manca la diferencia entre la apostura desgarbada de nuestro sujeto y la fealdad tremenda de su padre Osgood, un a modo de Ibáñez Menta de Broadway. Y en cuanto al contraste moral, esa asexualidad aherrojada entre la represión patológica y el angelismo de sus personajes, versus la realidad cowardita (un a modo de ludismo sectario con connotaciones paidorramente helénicas del que la revista STAR publicó en su momento un prolijo reportaje y que ahora resulta inencontrable como referencia en buscadores de la Red, aunque sí hay entradas más convencionales sobre su homofilia dentro de la monótona rutina outing, rutina hush hush que rechina con un sujeto tan suculentamente complejo en sus entresijos anímicos como el que nos ocupa) y que Perkins/Bates resolverá con la cal y arena final de su emparejamiento con la fotógrafa Berry Berenson contrapesado por su muerte sidosa. Como coda final de una karmafrenia oscura, la muerte de la propia Berry en uno de los aviones que se estrellaron el 11S. Ya está tardando Camille Paglia en sacarle jugo a esa espléndida persona sexual de Perkins/Bates: yo aquí, por lo que me atañe, me he limitado a un humilde boceto... 





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