Presencia recurrente en mis sueños de un tiempo a esta parte la experta internáutica de una de las últimas franquicias del megaprolífico Dick Wolf, la que permite al atormentado inspector Elliot Stabler dar lo mejor de sí como undercover. Gótica feérica de blanquísima palidez (gozosamente cegadora y sinestésica en esos aromas a coco y vainilla que mi retina retiene), hosca pero sin mal rollo de rumias biliosas (más bien gatuna, distante flema -palabra que siempre he encontrado paradoxal en su doble acepción de serenidad y esputo-), inspiradora en mis noches con ella de ternura entendida como respeto.
Histriónica entre las histriónicas. Anoche degusté (en tanto me hacía un megabol de lentejas con patatas, arroz y verduras) su álbum más excesivo y desmesurado (valga la flinflunflancia), en el que la belleza recoletamente cristalina de anteriores trabajos es arrasada elefantiásicamente con toda clase de contorsiones y distorsiones, de efectos y defectos, con un ojo quizás puesto en la Enya primordial (pero una Enya poseída por cien mil verracos demoníacos -blandamente demoníacos, eso sí, destinados más a jamón dulce que a serrano-) y algún ocasional borborigmo a lo Joplin (no premeditado, presumo, sino fruto del propio desmadre). Creo que Cocteau habría disfrutado teniéndola como banda sonora para el FANTOMAS definitivo, más huysmaniano que gaullista/pop, donde su amado Marais habría podido sacarle más jugo al personaje que en la serie original (como detalle futurista, podría incluir un cameo de la Eva Futura de METROPOLIS ululando -Bush en vocoder- en pleno y siderúrgico síndrome premenstrual, femme fetale ideal para que los dos Juanitos fantaseasen del modo más terriiiiible).
dedico esta entrada a don Pedro Muñoz Seca, fusilado por coñón
como entrante sugerimos:
"Denuncia, berrea, succiona, vapea: empoderadas las monas, ahora les toca a las feas..." (fragmento de HISTERIA BLUFF, pieza para You Tube perpetrada por Zeporrwa Mollakoska, la influencer de más peso, entre cuyas hazañas virtuales más logradas destacamos el diseño de la campaña de lanzamiento del helado ultracremoso de lorzas a la espirulina, con el que la Arzakian Oronde Corporation se ganó al sector poblacional de ofendiditas obesas de última generación)
pasemos al plato del día, EL BOLERO DE RAQUEL 2.0:
Al final lo trans y lo drag y lo epiceno no era la sublime fantasía que uno creyó ver en los rasgos de una Vitorichi recental deambulando por el Paralelo, en la ambivalencia racial de Jaye Davidson en su juego llorón, en el relámpago veneciano de Bjorn Anderssen, en el efebo con cara de Veronique Sanson que me empujaría al PARA TI, en Jeremy Irons transmutado en la más dulce geisha o en Patrick Swayze regalándonos la superheroína Vida Boheme. Al final lo trans y lo drag y lo epiceno, más allá de las vindicaciones a la contra de Camille Paglia, era la teratología wachoskiana a golpe de cibertranshumanismo y bisturí, y la violación lingüística a/o/e de la empoderada Irene Montero legislando caprichos caligulescos en su vértigo psicomengeloide de mansoniana ¿ingeniería? social.
El ampliar los contornos identitarios a través de los impulsos del arte, de la ironía, de la imaginación dramatúrgica, de los juegos de seducción moebianamente entrelazados se arrasaba en la hiperreal antiutopía del quirófano y del BOE.
Ahora, en plena reescucha de Mina, regreso a mis fascinaciones por lo ambivalente acunado por su desmesura felliniana y, en sus boleros en castellano la veo más dragonona que nunca, y en sus rugidos en inglés reparo en lo mucho que nuestro Buey Gurruchaga (alusión al Beef original de EL FANTASMA DEL PARAISO) debe a la Tigresa (aunque fuese el otro epiceno de la Movida, Javier Hamilton/Furia, el irritante detonante de mi PLUMA ELECTRICA que acabaría reencarnando desde su lumpen rosa y a través del tobogán estético/existencial de Alaska en el consorte de ésta, el teratológico Vaquerizo, tan cercano a las abisales sordideces de un Retana o de un Hoyos y Vinent adobados con Jess Franco en sus spots de neumáticos o de laca, en sus realities MTV de casquería a deux, o en su pedestre carrera musical, que no al glam de Bowie o a la aventura plena de artes y ensayos de Siouxsie), quien alardeaba de su querencia por Mina, una Mina escuchimizada y férreamente uncida al estereotipo de mariquita alonsomillanesco, antimateria por su obviedad de la desmesura ambigua que tanto Mina como Gurruchaga, entre lo sublime y lo bufo, sí emanaban hasta solaparse la cabeza calva del vasco cantando a Eduardo Haro Ibars con la cantante calva que iluminaba el ATTILA y su hit más desgarrado y vitriólico a la sazón, ESTRELLA DEL ROCK). Mina quasi adolescente cantando el VENUS como si saltase a la comba (nunca me ha parecido tan carnalmente deseable una voz) va creciendo en melancolía hasta lograr esa primera madurez con Battisti y continuar imparable estallando costuras tanto musicales como físicas hasta su retiro wellesiano en Suiza donde la grandeza testamentaria de sus últimos álbumes dobles (ese magno ROSEBUD de su cosecha anunciando pero demorando con cada nueva entrega el mutis definitivo) se vería perturbada por la intrusión de otra lumpen, la arpía Mónica Naranjo, intentando infectarla con su mal gusto y reducirla a la caricatura que aquí se intentó no mucho antes con las Vainicas vía el tóxico CARBONO 14. El amigo Tena me confió en 2003, en la sala Moby, en uno de los apartes de una actuación primeriza mía con Charlie Mysterio, que Mina le había dado cuenta de su desolación con una pregunta demoledora referente a la Naranjo "¿COMO PUEDO ATRAER A GENTE ASI? TODA MI CARRERA HE ASPIRADO A UN PUBLICO QUE FUESE JUSTO LO CONTRARIO DE ESO".
Mina la Dragona no se merece lúmpenes rosas, ni trepadoras invasivas, ni matrices wachoskianas de silicio y silicona, ni esperpentos que rebajan el indispensable sacerdocio de la ambigüedad a obviedad profanadora. Yo la imagino en un escenario flanqueada por la sutil Dil, por la sureña Vida Boheme, por la geisha que un día retornó a Brideshead, por el batelero con camiseta a rayas que me topé en 2006 en Estocolmo sin haber envejecido un ápice desde la Venecia de unas décadas y/o siglos antes, por el efebo con su pianito de juguete cantando algo de la Sanson, por la única lícita flor del arroyo, esa criatura a medio definir con cara de Vitorichi recental que deambulaba por el Paralelo. Y también por ese Gurruchaga calvo como contrapunto irónico a tanta belleza cantando algunos versos de Eduardo Haro Ibars.
Lo que en Dorian Gray es la belleza física desafiadora del Tiempo, en Norman Bates (quien dice Norman Bates, dice su AKA Anthony Perkins) es la inocencia como formalismo que también pugna con el Tiempo (no hay mejor antioxidante que la condición de retarded emocional -esto Chuck Lorre lo explicitará jocosamente en la figura de Sheldon Cooper, cuya definitiva vuelta de tuerca es la secuela/precuela de Sheldon niño narrado por Sheldon adulto, un Sheldon este último, por la propia cronología de la serie, que suponemos ya casado y co/ganador del Nobel-). El desfase entre la edad real y el aspecto tanto externo como psicológico de Perkins/Bates en LA DECADA PRODIGIOSA de Chabrol confirma lo dicho. El retrato de Norman es su madre momificada y es curioso que cuando, con la primera secuela de PSICOSIS a mediados de los 80 (que daría pie a dos más, una de ellas dirigida por el propio protagonista en clave bufa), se produce un revival del Perkins/Bates arquetípico (pura inocencia en todos sus roles, pero inocencia siempre atormentada por fantasmas íntimos, no importa que quien lo flanquee sea la ondina Audrey Hepburn, la descarada BB, la testosterónica Melina Mercouri, la borealmente climatérica Ingrid Bergman o Gary Cooper como patriarca bíblico de western, hasta llegar al ya mentado clímax chabroliano, en el que se acaba el ciclo, aunque el genial Huston con el rol que le proporcionaría en EL JUEZ DE LA HORCA, otease socarronamente lo que le depararían los 80, de la inocencia al esperpento, con ese final horroroso en una de las películas más demenciales del cine español, LOS GUSANOS NO LLEVAN BUFANDA, rodada un año antes de su muerte), este revival contrasta con la nueva presencia del Norman salido de la cárcel, con un aire momificado en su predicador turulato con Ken Russell, en su híbrido de Jekyll/Hyde the Ripper en AL LIMITE DE LA LOCURA o en sus últimas encarnaciones de PSICOSIS, cada vez más "talla medieval de algún monasterio". Aparte el contraste entre la momia materna de Norman, poniéndonos hiperrealistas, tampoco es manca la diferencia entre la apostura desgarbada de nuestro sujeto y la fealdad tremenda de su padre Osgood, un a modo de Ibáñez Menta de Broadway. Y en cuanto al contraste moral, esa asexualidad aherrojada entre la represión patológica y el angelismo de sus personajes, versus la realidad cowardita (un a modo de ludismo sectario con connotaciones paidorramente helénicas del que la revista STAR publicó en su momento un prolijo reportaje y que ahora resulta inencontrable como referencia en buscadores de la Red, aunque sí hay entradas más convencionales sobre su homofilia dentro de la monótona rutina outing, rutina hush hush que rechina con un sujeto tan suculentamente complejo en sus entresijos anímicos como el que nos ocupa) y que Perkins/Bates resolverá con la cal y arena final de su emparejamiento con la fotógrafa Berry Berenson contrapesado por su muerte sidosa. Como coda final de una karmafrenia oscura, la muerte de la propia Berry en uno de los aviones que se estrellaron el 11S. Ya está tardando Camille Paglia en sacarle jugo a esa espléndida persona sexual de Perkins/Bates: yo aquí, por lo que me atañe, me he limitado a un humilde boceto...
Releyendo a Camille Paglia, al llegar a su contraposición de la apolínea y cerebral Nefertiti con la dionisíacamente bulbosa (con v también se completa el sentido) Venus de Willendorff, caigo en la cuenta de por qué mi desazón ante la Cleopatra encarnada (nunca mejor dicho) por Liz Taylor, tan retaco y antítesis de lo estilizado (y que asocio con una canción de Bernardo Bonezzi que siempre me ha parecido muuuuuy grimosa tanto en letra como en interpretación). Cleopatra, decadente rescoldo de la alienígena Nefertiti (si nos atenemos al devenir histórico en tobogán de las dinastías egipcias), pese a todo, seducía según Goscinny y Uderzo por su talle esbelto y su divino perfil. La reina Cristina de Suecia, en su acepción más "garbosa", comiendo uvas con John Gilbert, me parece más cleopátrida. O esa pasión de la habitualmente serena Sela Ward por House, su ex, que la descompone y desmelena (nunca hemos visto a la Ward tan agonal) desde su puñetero y distante atractivo. Nuestra Sela Ward, Jana Escribano, presentadora y mayormente locutora de documentales, no tuvo ocasión de desplegarse como actriz egipcíaca, faraónica, tórrida en su hieratismo, y muy pocos la sitúan aunque todos la han oído alguna vez narrando bocados de realidad por TVE2. Conceptualmente, ese erotismo craneoencefálico, ilustrado, intelectual, lo recogería en su breve momento de gloria por TVE la magnífica Olga Barrio: y digo conceptualmente porque su rostro aniñado, de ojos enormes, graciosa naricilla y boca abundosamente sensual en su perpetuo mohín, contradice todo hieratismo, como una párvula jugando a sinsombrerista discípula de Ortega. Otra Cleopatra doméstica y muy ajustada tanto en su talle, melena y divino perfil fue la más grande dama de la Movida, que sacó de mí algunas de mis mejores canciones y que me paró los pies, hastiada de mi adoración, en una de ellas, donde tuneó parte de la letra original, creando un curioso efecto esquizoide entre las estrofas y el estribillo. Seguro que los complejos juegos de la reina tolomeica con sus caudillos romanos, juegos tan gatunos y tan housescos (remito a lo dicho antes sobre las agonías de Sela Ward ante el goloso acíbar de su ex), también podrían quedar bien reflejados en la ambivalencia un tanto críptica de BAJO TUS LUCES.
En mis pulsiones de deseo siempre he preferido la neurona cabalgando a la hormona y no a la inversa. No por casualidad mi único nexo permanente con Woody Allen (tan sobrevalorado por gentes que detesto, con Roures a la cabeza) es aquel cuentecito suyo, LAS PUTAS DE MENSA.
Pienso en neuronas y me vengo arriba, sea la maternal elegancia del erudito solitario que encarna Burt Lancaster en CONFIDENCIAS acunando a un maltrecho Helmut Berger, sea la sibilina sonrisa de Dirk Bogarde (sonrisa que explicitará aún más insidiosamente en sus deliciosas novelas de jubileta y sonrisa que, por mucho que lo intente, jamás "clavará" ese monicaco con ínfulas de EL SIRVIENTE llamado Jorge Javier Vázquez), sean los duelos verbales de Bogart con féminas de mente despierta (Bacall, o la Dorothy Malone de EL SUEÑO ETERNO), sean esas muchas mujeres, diosas y súcubos que recordé en una de mis más logradas entradas shadowliners.
Pienso en hormonas dominantes y todo se viene abajo, sea el mugido de berrea de tanto adolescente sobreexcitado (mugido que en mis años de colegial siempre avisaba de que algún energúmeno se aproximaba con ganas de regalarme un sopapo, cosa que nunca me hizo tilín por mi escasa afición al bondage -salvada la excepción de Lady Heather en sus coloquios con Grissom, pero ahí volveríamos al cuentecillo de Koenigsberg-), sea la mirada empalagosamente entornada de una ninfómana con los pensamientos chorreantes de baba (grandiosa imagen de Stephen King), sea la tontiloca ("cállate la boca" apostillaría el sufridamente lúdico Michi Panero) que encara una y otra vez su destino a base de embestidas y nunca de estrategias, sea la demagorrea testicular del buscón Pablillos (AKA el moño alfa) que contrasta con la visión mucho más neuronal de su rival Errejón capitaneando (en venganza como plato que se sirve frío) al batallón turquesa de todos los excrementos que fue evacuando en su particular y grotesco asalto a los cielos tongados del show de Truman (hoy son esos excrementos quienes parecen junto al PP sacar más tajada de los inminentes comicios madrileños: el azul en sus dos tonalidades, la pepera y la errejonita, da la impresión de marcar el tono para el próximo martes).
En resumen, que aunque la hormona se vista de seda, si no hay neurona no hay alegría... Al menos para mí.
En esta nueva reescucha, acompañando la guarnición en cazuelita del flamen king mameluco, caigo en la cuenta de lo no poco que la sombra de Kevin Ayers ilumina a dos sujetos tan disímiles como Bryan Ferry y Antonio Luque. Sombra que, en la guisa de su canción más sexy, también acompañó los directos de LA RULETA CHINA. Y sombra, a su vez, condicionada por otra sombra mayor (muy propio de alguien con buena piñata y mentón tendente a la timidez, esas cosas que uno detecta en la pronunciación -ahí también Scott Walker o el milvidas Bowie-): la sombra del enorme Jacques Brel...
Siempre había visto desde fuera, como algo jocosamente ajeno, a esas gordas deprimidas de las telecomedias que a medianoche asaltan la nevera y se vacían un cubo de helado de una sentada. Esta mañana las he interiorizado de manera epifánica al estrenar un cubo de yogur cremoso con vainilla del glan LIDL y he comprendido que para incentivar mi ceba terapéutica con que albardarme blindándome en kilos contra vainas, virus y tribulaciones, he de explorar (cual gastronauta -versión homérica del psiconauta jüngeriano-) las sendas apenas oteadas de lo guarripeich y lo food porn (que diría la chisposa Gabi Uriarte). Digo apenas oteadas porque sólo la paseé en los momentos más gulosos de aquella relación fallida en tanto pero que duró lo que duró (o sea, sorprendentemente más de lo esperado -un lustro y pico, descontando los estertores-) en buena medida por nuestra común afición a las ingestas copiosas y variadas (y es que cada día tengo más claro que una mujer poco dada al empapuzamiento, que no disfrute comiendo, siempre me resultará ajena o un completo fraude -quienes sigan las aventuras gourmet del amigo Mame en el cada día más lustroso recetario shadowliner o mi balance de cocineros de la tele ya me habrán pillado el punto-). Mi primer libro se abría con una fantasía de amar y comer, el ya mítico (entre minorías infinitesimales) TALAMI. Y recientemente he vuelto a fantasear con estos asuntos, por ejemplo, en este mismo blog. Y es que lo PORN sin el FOOD delante, como que no, pero que no, ¿eh? Otros disfrutarán con Torbe y sus guarreridas: yo me quedo con Adam Richman y con las chisposas peleíyas de Ander y la mentada Gabi en A BOCADOS...