PEPE BABEL, EXTRACTO DE LA PÁGINA 14

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«¡Diablos! ¿Qué jerarquía va a regir entre los hombres si no aquella en la que el capacitado provoca la acción de otro menos capaz, inoculándose en él? Es la sencilla jerarquía que desmonta el subterfugio de quienes escuchan, ayudándoles a contemplarse y a reconocer su propia imagen entre las brumas de los dogmas y la imaginación. Es la jerarquía de las virtudes concretas que ya son carne, y no meras ideas.»
«Ahá, pero, en tal caso, ¿cómo estar seguro del lugar que uno ocupa en esa jerarquía?»
«¿No sabe el tigre que su alimento es la gacela? Y la gacela, ¿no sabe a qué atenerse con el tigre? Ahora bien, tenga en cuenta que el Homo Falsus caza para su vanidad y engreimiento, vamos, que colecciona alabanzas; y que el Homo Naturalis lo hace para que la mecánica del universo continúe girando, por más que la mayoría le critique; así, la presa del Homo Falsus permanece enjaulada en las entelequias de éste, ¡cuando no decorando su salón! Mientras que la presa del Homo Naturalis es liberada de su ingenuidad a través del ataque y, así, pasa a ser más cauta, en lo cual se contiene la relación entre maestro y discípulo. Fíjese: no existe discípulo que no haya sido cazado, y no hay enseñanza hasta que el discípulo se libera.»
«¡Vaya, es usted un caso!»
«Si, eso parece, soy verdaderamente un caso, como bien sabemos.»
«¡No se compunja, hombre!»
«¡Y cómo no voy a compungirme!»
Volvieron una vez más a mirarse y, en esta ocasión, Bárvulo Lancaster le guiñó un ojo a Pepe Babel, quien, a su vez amusgando el izquierdo para profundizar en la amarilla mirada de aquel dandi que tan buena conversación tenía, atisbó a ciencia cierta que se trataba de un hombre de esos que atesoran una tan rara y sibarita comprensión del mundo que ésta les impide encajar en él, «además», pensó, «guarda un cuchillo en la chaqueta.» (...)