miércoles, 9 de agosto de 2017

GASTBY



Ayer pusieron por La Sexta una nueva versión de EL GRAN GASTBY, en plan fantasía musical pamplinera (que asocié con la MARIA ANTONIETA de Sofía Coppola, paradigma de lo pamplinero). No la acabé. Leonardo Di Caprio se había vestido como Robert Redford y el traje le estaba grande (Di Caprio -como Jorge Sanz, Michael J. Fox, Gabino Diego o Edward Furlong- nunca crece, sólo se viste con trajes de sus padres, de sus abuelos, y la cosa queda paródica, a veces entrañable, a veces grimosa -sólo cuajó como Howard Hughes, pero fue por la extrema inmadurez de este sujeto, congelado emocionalmente en la niñez-). La grandeza mitológica con que Coppola apuntaló a Gastby en el film de Jack Clayton (lo había hecho ya con Patton para Schaffner -director ducho en mitos con EL SEÑOR DE LA GUERRA y la primera entrega de EL PLANETA DE LOS SIMIOS-) aquí no se percibía por parte alguna. Esa cordialidad trasmundana que emanaba de Gastby a su vecino, como de un dios triste (magnate crístico y luciferino a la vez), y que siempre me pareció troquel en que se inspiró Lynch para el trato afable con que el agente Cooper se vuelca para con los lugareños de Twin Peaks, aquí era histrionismo torpe de un párvulo en función de teatro infantil. Había algo puerilmente chillón, "potteriano", como de cuento fallido. Pienso que ese mismo enfoque, dirigido por Tim Burton y con Johnny Depp de Gastby (Depp, síntesis maestra de la infancia que madura destilándose en misterio melancólico -pienso en CHOCOLAT, sea a la francesa o con Willie Wonka, o en aquel sufrido hijo de madre megaobesa que ha de cargar a sus espaldas con todo su entorno rural, o en Ed Wood, o en el papá de Peter Pan, clave maestra de todo Depp-), tal vez habría cuajado como realidad alternativa pero válidamente carrolliana a la versión primera con Redford. 

Ultima pregunta: ¿qué habría pensado Scott Fitzgerald de todo ello? (¿quizás, de haber vivido más y haber llegado a otear los años que en esta entrada se tocan, habría planteado una adaptación mucho más oscura, con un Robert Aldrich lúcido y cruel dando forma a Gastby a la maniere grandguignolesca de Lylah Clare? -¿no se hizo esto de algún modo, no es Lylah Clare, esa intersección de pura carne y puro misterio que tan bien supuso Kim Novak desde PICNIC, una realidad paralela y transexuada de Gastby, de un Gastby que no muere súbita e injusta, camusianamente, como mito sacrificial, sino con la morosidad sórdida del Hollywood real, ese que nunca muere, porque siempre camina muerto en aporía sobre su propio vómito?-). 


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