sábado, 28 de septiembre de 2019
PIZPIRETAS Y CHISPOSAS
Gabi Uriarte ha vuelto de vacaciones más burbujeante y saltarina que nunca. Sus salidas, su mímica, sus puyas y corcoveos dialécticos para con el sufrido Ander (si mi adorada Amanda Lynn Ferri fuese dietista y co/presentadora de un programa de cocina sería esta polvorilla de A BOCADOS: hay un deja vu constante -creo que ya lo he dicho alguna vez- en sus histrionismos y payasadas)... Ello me lleva a hacer balance de las presencias femeninas que desde la pequeña pantalla me han rescatado de momentos bajos e iluminado por un rato la existencia. El balance no pretende ser exhaustivo.
La primera que recuerdo es la pizpireta Susan Saint James (la Peggy Maxwell de AUDACIA ES EL JUEGO -cuya presencia me hacía de refugio cuando mis estertores de via crucis domestico en Zurbano- y, pocos años después, la Sally McMillan consorte de un bigotudo y espléndido Rock Hudson en su último resplandor de carisma, y en cuya cama de matrimonio me hubiera gustado empanarme -oh, esa condición de polimorfa perversidad que nunca me ha abandonado...- entre ambos con la consabida excusa -tal vez anacrónica por mi incipiente y desgarbada adolescencia de entonces- de escapar de alguna pesadilla). La buena de Susan parecía recoger el testigo de una chisposa algo anterior, Paula Prentiss (partner también de Rock Hudson en SU JUEGO FAVORITO, tardío slapstick que, en no poco de su ingenua malicia, anticipa la química tan lograda de Gabi caotizando a Ander), que protagonizaría la serie EL Y ELLA, que vi ocasionalmente y de la que mi memoria no guarda apenas rastros (o confunde con otras series, como LA CHICA DE LA TELE).
Antes de Susan Saint James, todavía en la infancia y preadolescencia, podría mencionar chisposidades femeninas relacionadas con Samantha, la EMBRUJADA, y con Jenny, la BELLA GENIO (que Los Brincos homenajearían en uno de sus hits más tardíos). Es curioso que ambas presencias estén conectadas con la magia (¿acaso un eufemismo de la psicodelia para consumo de todos los públicos?: lo mismo esto también lo pensaron Arbex y Lasprilla cuando se plantearon su canción...). Pero, salvo MISTER ED (de quien hoy día sólo atino a visualizar mi rostro embobado por las tardes cuando peroraba socrático desde su cuadra pero no logro revivir el efecto/afecto en sí), no recuerdo que en mis primeros años alguien me impactase como lo hizo por primera vez aquella briosa becaria periodística llamada Peggy Maxwell.
Mucho más tarde y de una manera más serena y melancólica me iluminaría María Casanova desde aquel programa religioso con el cura Javierre (el único programa religioso que he seguido). La Casanova para mí era notable por la estupenda naturalidad con que pronunciaba esas frases redondas de Garci, frases que nunca he dejado de asociar con los momentos más líricos de novelas de Rafael Gª Serrano como LOS OJOS PERDIDOS o PLAZA DEL CASTILLO. En cuanto a un deja vu reciente de María Casanova, hay algo en su expresión medio irónica medio vacuna que he creído reencontrar en la Kalley Cuoco de BIG BANG (algunas de las mejores puyas de esa serie las suele soltar Penny con esa caída de ojos entre resignada y filosa).
Por último, hay una serie donde lo chisposo y pizpireto abunda justo en el ambiente más paradójico: me refiero a BONES. Esa fluidez tragicómica con que interactúan los personajes, el encanto robótico de la protagonista (elevado a la enésima potencia en el cerebrito Zack, esclavo de la lógica y que encuentro como una de las fuentes de inspiración de Sheldon Cooper), el jovial rijo de Angela Montenegro (siempre inyectando calenturas en las frigideces dialécticas de la dra Brennan) o becarias como la sibilina pelirroja de libertarias costumbres que reencontraremos años más tarde en BIG BANG como fugaz novia del enamoradizo Raj o la patosa novia del psicoterapeuta Sweets (eco en su continuo frenesí de las magas/brujas de mi televisiva infancia).
Y, a bote pronto, estas son algunas de las presencias chisposas y pizpiretas que la vuelta de Gabi Uriarte a la euskotele me ha hecho evocar.
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