[Una de las tareas corazonescas de las que me siento más orgulloso fue la recuperación, a través de la serie CIRLOTIANA, de textos publicados por Juan Eduardo Cirlot en la prensa de los primeros 70, principalmente en LA VANGUARDIA; hoy, cuando abundan blogs y webs donde se rebaja la pulsión erótica a mera bufonería priápica en torno a tanta muñeca hinchable hecha de silicona y colágeno y carente de todo misterio, las reflexiones del cantor de Bronwyn, de Susan Lennox y de Inger Stevens sobre el Erotismo (aparecidas originalmente en LA VANGUARDIA el 11 de marzo de 1970 y recuperadas en el nº 10 de ECDB), son un revulsivo vigente para quienes amamos Lo Femenino por encima de cualquier otra realidad]
¿QUE ES EL EROTISMO?
Como verá el lector, este artículo intenta menos moralizar o definir que inquirir, respondiendo al carácter interrogativo de su título. En «Las lágrimas de Eros», Georges Bataille dice que el erotismo es «la sensualidad exacerbada por el conocimiento de la (propia) muerte». Por eso es privativo del hombre y es ignorado por el animal, que se limita a ejercer las funciones que le dicta el instinto. Sin necesidad de hacer intervenir la muerte, cabría decir que el erotismo es la sexualidad multiplicada por la imaginación y difundida por los medios de que el hombre dispone. El erotismo ha existido siempre. Sabidas son las escenas eróticas de los templos de la India, de ciertas pinturas pompeyanas, de ciclos pictóricos como el de la Escuela de Fontainebleau, etc. Pero parece ser que el siglo XVIII fue el que lanzó la consigna de la liberación de la mujer y de la busca de placer como sustituto de la felicidad. A la primera parte del XIX le correspondería rectificar esto con la idealización del amor, desde Novalis a Nerval, pasando por Edgar Allan Poe.
Pero al pronunciar la palabra «erotismo», en la actualidad, parece advertirse un fuete componente de diferenciación con respecto a las modalidades eróticas del pasado, incluso a las más próximas, como la ola de sensualidad que invadió el cine en los años veinte. El erotismo se presenta ahora con la misma denotación, pero con nuevas connotaciones ligadas a los hechos de la segunda posguerra. Es más agresivo, totalitario e incluso tiene pretensiones científicas. No se trata ya de la abundancia extrema de libros como «La sexualidad y sus secretos», ni de la constante percusión en el cine de los temas sexuales y de las situaciones escabrosas, ni de la publicidad de lo erótico. «¿Por qué una chica tan dulce como Sara dará la llave de su piso a un hombre distinto cada mes?», puede leerse en el cartel de propaganda de una película que se anuncia estos días en un cine de Barcelona. La ambición del erotismo es conseguir un triunfo tan revolucionario y absoluto (?), en su nivel, como el que se dice ha logrado la revolución política en los países del Este.
En 1968 se celebró en Lund (Suecia) una exposición internacional de arte erótico, con esculturas, pinturas, grabados, dibujos y fotografías de temas pornográficos, exposición recogida en el libro «Erotic art», de Phillys y Eberhard Kronhausen. A la exposición asistían familias, padres con sus hijos d todas las edades. La importancia del fenómeno obliga a hacerse preguntas al respecto. Primera y principal. ¿De qué se trata? ¿Se quiere crear un paraíso terrenal por la predicación consecuente de la libertad erótica? ¿O más bien se quiere destruir la tensión del deseo por la habituación a todos los espectáculos eróticos? Las modas colaboran a la finalidad, sea una o sea otra. Es evidente que la revolución sexual sueca no podrá conseguir, al límite, ninguna de las dos finalidades que apuntábamos. El instinto siempre reclamará derechos, y el paraíso será convertido en un infierno por la pasión, que no se conforma con el juego del placer sino que exige más. El erotismo actual se distingue por la falta de interés por las formas sublimadas, trátese de la pintura prerrafaelista o de la música -en la que también hay grados distintos de sublimación, como se advierte comparando el «Tristán e Isolda» con «Salomé» de Richard Strauss-, y asimismo por una mezcla de amoralidad básica y de dialéctica del deseo.
¿Se tratará de un movimiento regido por intereses económicos? En una sociedad de consumo, organizada por exigencias de tipo material, todo e factible. Pero, en realidad, los que rigen las fuerzas económicas no suelen tener sentido creador ninguno y se limitan a encauzar en su beneficio aquellas formas de vida que, por ser características de su tiempo, saben que les producirán lucro. No son los marchands los que han engendrado el arte abstracto y el informalismo o el Pop art. Se han limitado a ver que esto era solicitado por las fuerzas oscuras de la época y a ello han aplicado su vigoroso instinto comercial.
Si el erotismo no fuera, en adelante, un movimiento pendular, con períodos de exaltación y otros de represión; si fuera avanzando como movimiento triunfante, evidentemente, cabría considerarlo como signo muy importante e los nuevos tiempos. La interrogación sobre su origen sería más urgente y apremiante. Trasladándola a otro dominio y siendo el instinto agresivo y el sexual los dos canales principales por los que la pasión irracional del hombre se desahoga, ¿no cabe considerar que los excesos eróticos del presente se deben a la falta de ocasiones para ejercer la agresividad? Suceden crímenes, verdad es, y hay pequeñas guerras asimismo. Pero ha terminado la época en que la guerra era una forma de vida habitual en todo el mundo, pues la tecnología, al poner armas de violencia sobrehumana en las manos del hombre, le impide entregarse a sus pasiones agresivas. Siempre consideramos que la guerra era el único medio con que contaba el hombre de las culturas tradicionales -que comenzaron a deshacerse en la época de la Enciclopedia, a finales del siglo XVIII-, para liberarse del imperio de la mujer y del tormento del deseo. Dejando al margen a los religiosos de vocación ascética, ben escasos siempre. Terminadas las guerras, la instintividad dispone de fuerzas acrecentadas que debe necesariamente emplear.
Cabe todavía otra hipótesis. El movimiento latente de profanización, que va extendiéndose por el mundo, inhibe todas las capacidades de sublimación o hace que sean insuficientes. Nada menos que Pablo VI ha afirmado que «nunca es tan difícil para el hombre, como hoy, conseguir el autodominio». ¿Se ha perdido la esperanza a tal punto que sólo la realidad ofrece compensaciones al dolor, el esfuerzo y el trabajo? ¿No hay ya horizontes de transformación más allá de la vida, ortodoxos o n? Finalmente, sin un trasfondo de integración espiritual, ¿pueden tener sentido las conquistas del erotismo o el avance humano por los espacios siderales? Muchos sonreirán ante esta cuestión. Otros no; a ellos me dirijo.
12 comentarios:
¡El cirlotismo arrecia!
¿y qué sucede cuando Uno y la Muerte es lo mismo?
¿Directamente el sexo ordeña al Abismo para traer Luz?
Vírgenes negras
Cueva oscura que da a luz
Uno, que por mucho Céline que se haya metido últimamente entre pecho y espalda, es de natural más lírico que tremendista, preferiría el verbo libar (por otra parte, más literalmente sexual -al menos, si no renegaste de tu filogenia vegetal, valga la redundancia-) al de ordeñar (con todos mis respetos para los parafílicos de las ubres ubérrimas).
Sí, yo es que soy un poco Bestia y estoy menos cultivado. Los términos, algunos términos, se me escapan.
Liba el sexo del Abismo para dar Luz.
¿Ves? Ahora suena casi a Omar Khayyam.
El tremendismo es un lirismo. Y la libación un camino espiritual.
Lo del tremendismo, según y cómo. Bueno, ahora que lo pienso, lo del lirismo también.
Los primeros organismos que se espiritualizan, o sea, que se embriagan, son aquellos que liban. Mucho antes de la razón tonta y de la espina dorsal hoy tan desmedulada, ya estaba la trampa floral para tal o cual insecto (trampa a secas con las plantas polinizadoras, donde el insecto juega el papel de EL MENSAJERO de Losey, y trampa mortal con las carnívoras, donde el insecto se pierde en el pozo del último trip -en aquella película tan inquietante de Liz Taylor y consorte, THE SANDPIPER , el club donde se reunía el personal a ponerse ciego se llamaba NEPENTHES-).
Pero bueno, me encanta el entomologismo loseyano, y que no es gratuito lo demostramos en la cadena que va de El mensajero a El sirviente, de Dirk Bogarde y Joseph Losey a Modesty Blaise (¡con Monica Vitti!) y con Terence Stamp, que nos lleva a El coleccionista y por ende de nuevo a los bichos.
¡Cirlotismo!
¡Tremendismo!
¡Lirismo!
¡Entomologismo!
¡Coleccionismo!
¡Alcoholismo!
Mejor espirituosismo. Suena menos descacharrado (que diría Ramón), menos vergonzante, y como una mezcla de espiritualismo y virtuosismo.
You're right, rightismo.
Nepente: Bebida que los dioses usaban para curarse las heridas o dolores, y que además producía el olvido, como las aguas del Leteo.
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