jueves, 16 de septiembre de 2010

"PARAÍSO CONTRA TODOS" EXTRACTO DE LA PÁGINA 149




(...)
Ayer por la tarde me trajeron la última cena, una pizza con requesón, rúcola y tomates cherry, cerveza en jarra congelada y un helado de chocolate y nata en cucurucho de galleta.
Una hora y media después vino a visitarme el capellán. «¿Tú a quién rezas?» me preguntó. «Pues verá», le contesté, «yo soñé una vez que Jesús venía a verme dentro de un ovni redondo y azul. Y, aunque sólo fuera por la deferencia, suelo identificarme con él. Pero la verdad es que cuando rezo escucho una voz que me dice, «Paraíso, Guadalmina, conde Isidoro de Lacall, ¡sácate tú las castañas del fuego!» El sacerdote estaba encogido sobre mi pecho como un animalito con frío. Tenía las manos juntas y me escuchaba con la intensidad de quien espera recibir un secreto que necesita imperiosamente. «¡Ay, ay!» exclamó, «estás en poder del demonio.» Me aparté un poco de él para observarle mejor y, por ver qué es lo que me traía, le pregunté: «¿qué debo hacer?» Y él respondió: «si te arrepientes y vuelves a Cristo, podrás irte en paz.» «En fin» pensé; y le dije: «también usted puede irse en paz.»
Que ya mi santa madre me había perdonado todo cuando asomé de su albergador coño, y no tenía por qué aguantar a un hombre que negaba mi fe.
«¡Pero cómo! ¿Insistes?» se enojó.
«Siempre fui terco» me excusé.
Y, ambos de pie a un paso de la puerta rejada, le puse una mano en el hombro. «Hermanito, no crea que desprecio su trabajo, y, si así le he hecho sentir, le ruego me disculpe. No me gustaría que se llevase de mí esta última impresión que, a mi pesar, no podré cambiarle. Déjeme que le hable con franqueza, todo lo de ustedes está muy bien, es muy bonito y llena los corazones de esperanza. Pero es una esperanza etérea, nubecitas rosas que han de pelear cuerpo a cuerpo con monstruos de carne y dinero, tanques de hierro y fuego, hambrunas de hueso y pellejo. Yo le digo que mi bondad se ha hecho tan real y dura como los enemigos que pretenden someterla, y que mi brazo y mi ingenio juegan y han jugado siempre de su lado, del suyo y del los que me juzgaron. Soy un pícaro, un burlador, y le confieso que sus bonitas ideas serán una y otra vez violadas por transeúntes ociosos, hijos como yo de la necesidad y la noche, hasta lograr que esas etéreas purezas se inserten en el comportamiento con peso, medida y cuerpo. Pues no serán, si no, más que livianos sueños, figuras de vapor para que ustedes no vean cómo les queman el suelo.» Tras este discurso, el cura buceó en mis ojos y salió para siempre, cabizbajo, por el estrecho corredor de la muerte. Quedé yo pensando y me dije: «a ciencia cierta, Paraíso, que tanto Dios como el Demonio existen; pero que así como al primero no le hace falta ser reconocido para cumplir su papel, al segundo le es imprescindible esconderse para realizar el suyo. Y, sobre toda la mística que el hombre necesita para vencerlo, diré que se resume en no tenerse miedo a sí mismo ni a su imagen por más que ambas nos resulten toscas y desagradables, pues nadie es peor que nosotros ni hay diablo más peligroso que la negación de aquello que por andar en la Tierra es en naturaleza nuestro. Que de así continuar, habrá un día en el que no quede felicidad, ni canto, ni baile, sino orden y concierto procesionales, cámaras de vigilancia e insensibles ángeles custodios, habiéndose convertido el planeta en esta misma cárcel en la que ahora me encuentro.» Eso me dije, y también que tenía por cierto que el más recóndito escondite del Diablo era el corazón nuestro, y que por eso se afana en controlarlo vestido siempre de hábito, de enamorado o de amigo. Y, siéndome claro que este mundo era el negativo de otro más ancho e iluminado, concluí que mi vida había sido buena y generosa, por cuanto al revelar la foto de aquello en lo que estaba inmerso no hice sino mostrar el derecho y su reverso. De manera que, a partir de mí, aquellos que hubieran tenido la suerte de hallarme en el camino, al descubrir por mis ojos lo contornos de lo real, vieran que se encuentran saciados en vanidad, glotonería y vicio, además de solos, y así, llenos de pánico, por sí mismos corriesen a reconvertirse al compañerismo y al comedimiento. Siendo de este modo que, a través de una antítesis, les hubiera yo enseñado la tesis, o, por decirlo de otro modo, a través del íntimo dolor, sanado el cuerpo. «Hete aquí que soy un sacamuelas» reflexioné, «a un tiempo necesario y odiado. Y que observo en esta forma de vivir una completa condición de hacerlo, pues no niego que siendo malo jamás ceso de ser bueno. Lo que de abismo, destrucción y bestia tengo, en oro puro y blanco lo revelo.» Eso pensé una vez el capellán se fue, y tuve a bien darme por confeso y perdonado, a lo que reaccioné rezando a mi querida madre, y, postrándome, recité: «Señora de la que vine y a cuyo seno vuelvo, oscura Madre de Dios, Señora de todo el cielo, tal y como me trajisteis, desnudo y descubierto, sin más ley que la palabra de no adorar al becerro, así mañana, indefenso, a Vos regreso y me entrego. No traigo dádivas, ni prebendas, ni dones y tampoco exvotos, ninguna bula me avala salvo el papel que me jura proscrito, condenado y muerto. Mañana cerraré los ojos fijándolos en Su rostro; cuando los abra de nuevo, de nuevo seré hijo Vuestro.» Dije amén y estuve satisfecho de ir a morir en paz, por cuanto estaba satisfecho de mí.(...)


Paraíso contra todos es una novela acabada, aguanten las molestias.
Ilustra el texto un cuadro de Paloma Pájaro

No hay comentarios: