martes, 19 de junio de 2018

TIDELAND


[voy a glosar desde mis psicotrópicas endorfinas la película que vi anoche por el canal Bom]


Terry Gillian concibe y timonea la aproximación más oscura hasta la fecha al mundo de Lewis Carroll.

En ella, Jeff Bridges, curtido en papeles extremos de anómala conducta, llega a su cénit encarnando a un papacadavra (a modo de Norma Bates en la mecedora pero más jacarandoso -porque el pistoletazo hacia la taxidermia lo da en esta ocasión una overdose de jaco-).

Caserón en medio de la nada (esa nada herbácea que ya nos angustiaba mucho tiempo antes en DIAS DEL CIELO).

¿Y qué decir de Dodogson? Dodotomizado y besucón, inventor de explosivas realidades paralelas y marcado por el eterno presente del incesto...

En cuanto a la heroína y sus ¿amigas? dollheads, convierten, con su curiosidad punzante e hiperactiva (precocidad de mutante vástaga de pareja, ya dije, jacarandosamente disfuncional), a la Alicia original en un angelito de Murillo. 

La realidad imposible pero cierta se acentúa con la abundancia de escorzos arkadinamente wellesianos (y ya que saco a OW a colación, la nena y sus cabecitas de muñeca nos traen por un momento a la mente a aquellas niñas rijosamente predadoras que acosaban al pintor en cierta secuencia de EL PROCESO).

Y tal vez por ello no pude por menos de asociar los fotogramas con la metáfora definitiva: aquel cuadro atractivamente espeluznante de Dorotea Tanning... 



No hay comentarios: