martes, 23 de febrero de 2010

EXPLORADOR XXI

En toda mi vida anhelé sólo una cosa: la luz.

Ellos hacían como si yo no existiese.
Sólo la fuerza del grupo los mantenía frente a mí.
Se burlaban, ensayaban fingimientos.
Sin embargo, hay registros que atestiguan lo feliz que era su mundo.
Millones de videos.
Millones de fotos.

Su vida estaba en los álbumes.
Y en aquel museo alegre de instantáneas, yo era una sombra.

Facebook, su libro sagrado.
Ventanas a una sala amable y blanca donde la Oscuridad no entraba.
Triunfo litúrgico de la representación.
Millones de nautas acudiendo para ser imágenes.
Figura, apariencia.
Globalización de las costumbres: parecer deseable.
Rezar: www.facebook.com
«A social utility that connects people»: el dogma.

Yo me recluía en el laboratorio.
Allí procesaba imágenes latentes, sus fotos.
Pequeños rollos de celulosa y cristales de haluro cargados de vanidad y vacío.
La base hidrosoluble contenía suficiente ácido para abrasarme la piel.
Pero la vanidad y el vacío ya habían abrasado sus retinas.
No veían más que un fulgor confuso, blanquecino.
Avanzaban, se tocaban.
Sonreían todos.
Asentían en posturas grotescas.
También hacían cosas que jamás hubieran retratado.
Pero esas no estaban en los álbumes.

A mí me gustaba la paz del cuarto oscuro.

Me interesaban los clichés.
Un artesano del antiguo método.
El último revelador.
Tiras de película fotográfica con imágenes negativas: mapas exactos de lo real.

Yo y la gran máquina reproductora nos mirábamos.
Mi cuerpo frío y mecánico como sus lentes.
Mi cuerpo un esquema silencioso y perfecto.
Observar era el método.
Permanecer frente al cristal del objetivo.
No empañar el zoom con mi aliento.

Desde el principio existió el riesgo de no regresar.
Perderme entre los círculos y anillos del sistema.
Sin embargo, no cesé de acechar un solo instante.

Quizá sólo buscase compañía.
Quizá borrar la imagen pulcra con que me habían desplazado.
Manchas blancas sobre la nitidez de mi sombra, aberraciones ópticas.

Yo un espacio restringido a los pavores que ellos albergaban.
La oscuridad era un ERORR .
NO-único del programa.
Decline invitation al íntimo retrato de su rostro.

Ajenos al sistema, su mundo era incierto, amenazado.

Películas demasiado sensibles para una imagen nítida.
ISO 3200/36º, grano grueso, materia confusa.

Los agentes blanqueadores habían pervertido su visión.
Sulfato de bario, cloro-bromuro y gelatina para engañar a los ojos.
Acostumbrados al retoque, evitaban descubrirse en el reflejo interno.
Comunión contra el pánico que absuelve.

Sin embargo, bastaba enfocarles y esperar.
He ahí el quid de la máquina reproductora, la inexorable succión de su pupila.
Una mirada como el fin cierto.

Y yo NO pensaba renunciar a mi labor.

Me mantuve en las leyes e instrucciones.
Ser pieza, mecanizarme.
Mis pensamientos parte del proceso.
Contra-placas esféricas, yo.
Compacto, homogéneo, auto-alineable: una arandela de acero y cerámica.
Rodamiento antifricción capaz de soportar cualquier fuerza centrífuga.
Ideas hechas de materia y silencio.
Visor impertérrito de sus dudas; ellos viniendo.

Una vez en el anillo de enfoque, su tentación aumentaba.
Aunque algunos eran prudentes y esos fueron los mejores.
El miedo existe porque previene: «todo ha de diluirse.»
Otros no intuyen su aniquilación y yo NO debía entrometer a la piedad.

El diafragma sonó espaldas del primero.
Subió el espejo y el pentaprisma invirtió y proyectó la imagen.
Luego el tambor giró unos grados y la película avanzó llevándose el espectro.


Él añoraba los abalorios de su percepción incompleta.
No dejé de acompañarle y jamás confió en mí.
Pero se había contemplado.

«Paciencia», escuché.
O tal vez fui yo quien lo pensó.
Luego volvió todo a ser perfecto y aún el sistema me fue más pleno y solitario.

Al primero le siguieron otros.
Yo escuchaba sus latidos histéricos.
Mis manos largas podían comprenderlo.
Nuestro infinito cuidado les era insoportable.
Meterlos en la bolsa opaca.
Tela impermeable a la luz en donde trabajar su espíritu sensible.

¿Tan terrible ha de ser la oscuridad, que nos alberga?

Una fría excitación lamió mis dedos.
Todo dispuesto: recipientes, espirales, varilla.
Me pregunté cuántos se hubieran arrojado al vacío de no haberlo arrastrado consigo.
De poco les sirvió su alegre libro de oraciones.
«www.facebook.es» susurré.

Guantes de látex.
Eliminar los derivados.
Temperatura correcta, agitar cinco segundos cada minuto y medio.
Ellos flotaban en mi solución como estrellas náufragas o extenuadas.
Ácida química del universo.
Yo no cesaba de removerlos con la varilla.
No quería lágrimas claras.
Ninguna raya en sus límpidas verdades.

El mal se aplica con exactitud.
Una rutina inalterable.
Requiere concentración, el mal.

El primer retrato surge sobre una placa metálica y negra.
A ellos les duele.
Ellos son su castigo y el castigo su remedio.
Otro baño en ácido y lo real comienza a amalgamarse.
Un bello momento, su bautizo.
Una lasca de abismo el alma.

Cuanto más grande la herida, más grande la luz.

Almacené sus negativos en archivos de material inerte.
A cada cual le di un número.
«¿Qué nos has hecho?»
Se miraban las manos tan negras como mi sombra: «¿dónde estamos?»
«El negativo perfecto» pensé.

La luz masivamente en sus pupilas.
«¿Quién eres tú?»
Les miraba.
«¡Sácanos de aquí!»

Morada y claustro el reverso del mundo.
Un buen lugar para la meditación.
Ser chispa peregrina en los circuitos.
Descifrar los secretos que no dicen la verdad pero la enseñan.
Se trata de un viraje y así está dispuesto, curvatura.

Aquello que los sitiaba sin arrancarles un solo cabello, lo innegable.
¡La máquina devoradora que podría exterminarlos y los mantiene en brazos!
Es el gran artefacto quien debe continuar.
¡NO vosotros sus burdas execraciones ficticias!
Disolvente.

«Nada más hay» escuché.
O tal vez lo pensara y todo fuese perfecto.

Oraciones como ruiditos del laboratorio.
El lento y concretísimo trasiego de la revelación.
Rodamientos que giran, esferas de aluminio.
Extraer los contactos.
Plancharlos con una lámina de vidrio azul transparente.
Retirar el filtro.

He ahí la copia.
Morphe Theou.
Corazón del sistema.



















Este texto forma parte de los Escritos Antitéticos. Puedes leer más en Shadowline pinchando aquí.

1 comentario:

el zurdo dijo...

Qué incorrección de texto, del comentario nº 15 de tu entrada anterior, de la fecha elegida para colgar esto. En Facebook habrá llanto y crujir de dientes (uy, qué pugilístico suena esto último).