viernes, 19 de noviembre de 2010

SAMPLES CORAZONESCOS 14

[ahora que, a través de determinados personajes vinculados a ese estimulante batiburrillo conocido por Tea Party, se ha vuelto a poner en el candelero la figura de Ayn Rand, me parece oportuno traer a colación esta reseña publicada en el nº 16/17 de ECDB donde dejo testimonio de mi primer encuentro en profundidad con quien desde ese momento de 1997 tanto me ha marcado]


AYN RAND: the russian radical (Chris Matthew Sciabarra) (Ed. Pennsylvania State University Press // Pennsylvania, 1995)

Parafraseando a Moliere, uno durante toda su vida ha estado pensando en randíano sin saberlo (o mejor, sospechando algo -a través de los ocasionales datos que había ido recogiendo sobre Ayn Rand- pero sin tener conciencia de ello). Mi cuelgue durante una década con el radicalismo pannelliano, mis bases de pensamiento en Nietzsche y Jünger, mi apego por determinadas trayectorias cinematográficas norteamericanas (Welles, Huston, Cimino, Coppola -autor de uno de los films más rendíanos de todos los tiempos, «TUCKER, UN HOMBRE Y SU SUEÑO», y responsable de otro proyecto igualmente rendíano, el Hollywood alternativo de Zootrope-...), mi simpatía por Ken Kesey (sus pluscuamrandianos «ALGUIEN VOLÓ SOBRE EL NIDO DEL CUCO» y «A VECES, UN GRAN IMPULSO»), mi rechazo al capitalismo vigente a la par que mi desconfianza de la burocracia estatal en busca de una Tercera Posición superadora, mi odio profundo a la masa (que «como las moscas, no puede equivocarse») y mi valoración de la soledad y de los solitarios, mi concepción religiosa tirando a panteísta (tan ajena al dualismo judeocristiano), todo ello me conduce a Ayn Rand (1905-1982).

Para quienes me leen, este nombre les sonará vagamente aunque no sepan por qué. Les ayudaré: en las bibliotecas familiares españolas de los años 50 y primeros 60 era presencia obligada, por dos títulos emblemáticos: «LOS QUE VIVIMOS» y «EL MANANTIAL» (obra ésta también llevada al cine bajo la dirección de King Vidor y protagonizada por Gary Cooper y Patricia Neal -la han puesto más de una vez por tv-). Ambos libros fueron bien acogidos por el franquismo, dado el mensaje anticomunista del primero (cuyo argumento se centra en la ascensión al poder de los bolcheviques en Rusia) y el aire espiritualmente aristocrático (profundamente nietzscheano) del segundo, que, en una lectura superficial, parecía sintonizar con la retórica del régimen. Aparte, la autora no podía estar mal vista (repito, en un primer examen superficial) por los policías culturales de nuestra postguerra tardia (ya en coqueteo con el amígo americano y soltando lastre filofascista): de clase media y origen judío (su verdadero nombre era Alissa Rosembaum), había huido de la URSS a fines de los 20 y aceptado como nueva patria los Estados Unidos, donde desde el primer momento se destacó por su anticomunismo y (en contraste con buena parte de los inmigrantes europeos de origen judío) asumió unas posiciones consideradas de ultraderecha en el contexto USA (se opuso frontalmente al New Deal rooseveltiano -al que calificaba de política «neofascista» por su estatalismo-, fue aislacionista durante la II Guerra Mundial -como desde Italia lo fue, por razones en parte opuestas y en parte idénticas, Ezra Pound- y colaboraría con el macarthista Comité de Actividades Antiamericanas -aunque manteniendo desacuerdos con su filosofía y metodología-).

Su visión económica rabiosamente antiestatal la llevaría a beber muy tempranamente en la escuela de liberales austríacos (Von Mises, Hayek) que acabó dando pie a la Escuela de Chicago (Milton Friedman); no obstante, mantuvo siempre una posición polémica con Hayek por el pragmatismo de éste, y, en cuanto a Friedman, lo consideraba un amoral, un «miserable ecléctico» y un mal defensor del capitalismo (consideración bastante perspicaz, ya que, gracias a sujetos como Friedman, el establishment capitalista ha adquirido unos perfiles lo bastante monstruosos en su desfachatez como para predecirle, más tarde o más temprano, una violenta implosión, no menor que la del desaparecido pseudocomunismo postestalinista). Y es que el ideal social de Ayn Rand (basado en tres pilares filosóficos -Nietzsche, Aristóteles y Tomás de Aquino-) es fascinante por su paradoja: el capitalismo en estado químicamente puro (entendido, no como mal menor susceptible de parches -apreciación socialdemócrata- o como coartada darwiniana para la rapacidad -perspectiva neoliberal-, sino como «ideal revolucionario»); frontalmente contrario tanto al totalitarismo suave del welfare state como a los totalitarismos duros (comunismo, fascismos -aunque ella, en una impremeditado coincidencia con el comunista italiano Bordiga y desde un prisma diametralmente opuesto, solía identificar más estrechamente fascismo y estado del bienestar, como puede apreciarse en sus ya mencionados ataques al New Deal o en su critica al Partido Americano Independiente de George Wallace, en el que condenaba por igual sus posturas racistas y su mensaje económico-) Pero también a lo que Rand denomina «antiideología» (esto es, pensamiento de consenso, pensiero debole, pensamiento único, lobbysmo -o sea, lo que hoy marca los destinos de Occidente y sus colonias-) y que, en su destrucción de todo debate serio y de toda posibilidad de polarización, acaba por devenir en el peor de los totalitarismos (es interesante el paralelismo de esta visión con la de críticos de la postmodernidad como Baudríllard -ver, por ejemplo, «LA TRANSPARENCIA DEL MAL»-); planteando una mitologización ética de las relaciones de mercado (que, sin embargo, no debían degradar al conjunto social en un reduccíonismo economicista -aquí, dejando aparte que nos convenza o no en la valoración final, conviene un análisis muy pormenorizado y antirreduccionista: Rand no es Hayek ni Friedman pero tampoco una anarcocapitalísta antiímpuestos a lo Escohotado-), que veía como expresión sustancial de su noción suprema, la libertad y autoestima del individuo (profundamente influido este último concepto por el troquel nietzscheano), noción que, con el tiempo (y tal vez al resaltar diferencias en su trato con los neoliberales y anarcocapitalistas puros), maduraría hacia un cierto comunitarismo (reconociendo que una sociedad libre no puede limitarse a una mera asociación de individuos atomizados sino que debe basarse en una «comunidad de valores» -acercándose en esto a teóricos comunitarios como Alasdair Mc lntyre, por cierto, también tomista y arístoteliano en sus fundamentos filosóficos-). En parte, este «capitalismo como ideal desconocido» nos recuerda a la nouvelle droite (a la cual la une su común base nietzscheana y aristocratizante, su antihumanismo –se enfrenta al racionalismo antropocéntrico cartesiano y kantiano por considerarlo dualista y desligado de la realidad, planteando como alternativa de superación una noción de carácter romántico que recuerda en parte al raciovitalismo orteguiano y que llamó «objetivismo»-, su ya citado comunitarismo latente -recordemos la simpatía de la ND por los comunitarios norteamericanos- y su lucha contra el «pensamiento único») y a los arquetipos que Jünger acuñaría en su madurez (el Emboscado y el Anarca).

El problema con Rand estriba en su etopeya, en su propio lastre de experiencias personales, que le impiden desarrollar su filosofía con una mayor voluntad rupturista: su extracción de clase media agredida por la coerción bolchevique (quedó profundamente afectada de estudiante por las purgas tendentes a proletarizar las instituciones docentes -purgas que ella compararía años después con las desarrolladas por el hitlerismo para arianizar las facultades- y en las que, bajo la desafortunada pauta reduccionista de la «discriminación positiva», se atacó a elementos válidos de extracción burguesa y aristocrática para promocionar a elementos mediocres de extracción proletaria, no en base a sus méritos sino a su clase social -desde entonces, Rand mantendría una loable aversión por toda clase de «cuota obligatoria de discriminación positiva» por considerarla atentatoria al principio de igualdad de oportunidades-), que la llevaría a exacerbar una reacción defensiva que en otras circunstancias (en Italia, por ejemplo) la hubiese acercado (un acercamiento epidérmico, se entiende, y probablemente fugaz, al chocar con las propias teorías de Rand) al fascismo (es sintomático a este respecto que la versión cinematográfica de «LOS QUE VIVIMOS» -versión repudiada por la autora- se rodase en Italia a comienzos de los 40 bajo la batuta de Goffredo Alessandrini, director favorito del Duce) aunque, en su caso, al rechazar por igual tanto el autoritarismo comunista como el populismo religioso y nacionalista (que veía como «dos caras de la misma moneda»), sólo podía quedarle un camino: una interpretación libertaría del elitismo de Nietzsche que, en el entorno norteamericano y dado el profundo sentido práctico de Rand (quien buscaba incidir en la realidad con sus teorías y no contentarse con ser reconocida como «pensadora»), no tuvo más remedio que impregnarse de la ideología dominante, el capitalismo (en su novela, «ATLAS SHRUGGED» -algo así como «ATLAS EN HUELGA»-, publicada en el 57 e inédita en España, los elementos más explícitamente nietzscheanos de «EL MANANTIAL» y de «LOS QUE VIVIMOS» -en esta obra, por ejemplo, encontramos un ambiguo retrato de un comunista «idealmente heroico», Andrei Taganov, que nos trae a la memoria a otro personaje novelesco muy similar y casi contemporáneo, el Boutros de «UNA MUJER EN LA VENTANA» de Drieu La Rochelle- se subliman en una visión tecnocrática -en la que puede detectarse cierto alejamiento ¿más táctico que profundo? de una dialéctica que, desde la perspectiva randíana, podía aparecer corno parcialmente manchada por el recuerdo del nazifascismo- que la acerca a elucubraciones utópicas -caso de los saintsimonianos- por su defensa visionaria del desarrollo técnico e industrial -si el héroe de «EL MANANTIAL», Howard Roark, es un arquitecto, a caballo entre el arte y la técnica, en «ATLAS SHRUGGED» el protagonista, John Galt, es un inventor- pero también, y siguiendo una pulsión inversa en su evolución y planteamiento, a la fascinación por la técnica mostrada por Jünger en su época de «EL TRABAJADOR»). Es probable, como ya dije, que, exiliada en otro país, su evolución hubiese llegado a unas conclusiones no muy disímiles de las del último Jünger: porque es importante recordar que, en Ayn Rand, no hay apenas condicionantes étnicos o religiosos (a diferencia de otros contemporáneos de origen judío y en consonancia con nombres anteriores como Marx, Stirner, Lassalle o Kraus) y que, por lo tanto, sus sombras como pensadora van directamente ligadas a la cuestión económica (como lo demuestran, de hecho, sus escritos sobre otras materias, caso de ética de la supervivencia, psicología, relaciones sexoafectivas, condición femenina, educación infantil, teoría del arte).

La grandeza de Ayn Rand, vista desde un prisma corazonesco, radica en sus aspectos más heroicos y cercanos a los valores del Ubermensch y en la conjunción de tales aspectos con su deseo de elaborar un cuerpo doctrinal sólido y aplicable en la praxis: defensa del egoísmo como vindicación de la propia identidad frente al altruismo como coartada parasitaria que conduce indefectiblemente a la trampa totalitaria y a la anulación de la personalidad (estudiar, desde la perspectiva randiana, la actual marea caritativa de lacitos y ONGs resulta sumamente esclarecedor y demuestra la vigencia de sus intuiciones); profunda fe en las élites creadoras (artísticas, filosóficas, científicas, económicas) no como coartada oligárquica sino como dinamismo social que evita la entropía y la decadencia (aquí puede buscarse un fecundo nexo con Pareto); materialismo quasi panteísta que la llevó a oponerse tanto al subjetivismo racionalista dieciochesco como a las místicas religiosas (que consideraba escapistas con una rotundidad sólo igualada por quienes creía «sus peores enemigos» -los marxistas de la época-) y a una actitud que, bajo una dialéctica «científica», albergaba un espíritu bastante pagano (heredado, probablemente, de su apego adolescente por los simbolistas de la Edad de Plata rusa -recordemos, por ejemplo, a los marxistas nietzscheanos «constructores de Dios», con quienes Rand tiene en sus posicionamientos no poco en común-); o lucha constante contra toda clase de dualismos (filosóficos, religiosos, científicos, sexuales, artísticos ... ).

Leer esta obra, respetuoso y exhaustivo paseo por el pensamiento de Ayn Rand, resulta una experiencia estimulante. Hay mucho en sus páginas para aprovechar (con una intención, desde luego, heterodoxa, desmitologizadora, irrespetuosa y subversiva -que, seguramente, irritarla muchísimo a la biografiada, tremendamente refractaria a toda hermeneútica sobre sus planteamientos y muy amiga de excomulgar a quienes se apartaban un ápice de sus dogmas-). Aunque, en cierto modo, ¿qué mayor subversión anticapitalista (tal cual está estructurado el capitalismo hoy día) que la propia utopía randíana de plantear un capitalismo entendido como «revolución», como «ideal desconocido» según valores diametralmente opuestos a los que actualmente nos decreta el Gran Hermano Mundialista y sus lacayos?














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8 comentarios:

Limbo Piedra dijo...

Sólo apuntar, a bote pronto, antes de sumergirme en este a priori interesante artículo sobre Amy Rand con el que nos obsequias, que es un error considerar conjuntamente a la tradición católica y a la judía (lo digo por ese termino que empleas al arranque, por otra parte tan extendido: judeocristiana), y aún lo es más hablar de dualismo en la tradición judía, tradición puramente monoteista, es decir, inclusiva.

el zurdo dijo...

Una cosa es monoteísmo y otra monismo. Todas las religiones emanadas del Antiguo Testamento, tal vez por surgir de paisajes de naturaleza hostil y pelada, mantienen una relación dualista con el entorno en mayor o menor medida frente a los cultos bárbaros celtas, germánicos, mediterráneos, surgidos en entornos más feraces, y sólo de vez en cuando aparece alguien como Spinoza o Francisco de Asís que rompe esa tendencia. Iba por ahí mi referencia al dualismo.

Limbo Piedra dijo...

No, no, insisto: la religión católica es dualista (considera al bien ajeno al mal y viceversa). El judaismo en monoteista (bien y mal están integrados en Uno, y la única distinción posible es la que hacen los ángeles primordiales: Verdadero- Falso.)

"El Eterno es Nuestro Dios, El Eterno es Uno." De la plegaria Shemá Israel.

"Los ángeles dañinos forman parte de Elohim." El Zhoar.

"La realidad material (enterita) como traslación de los poderes espirituales." Introducción al Zohar.

"Y su nombre es uno." Zacarías, 14,9.

"El Eterno es uno y su nombre es uno." Deuteronomio 6,4.

Por ser exactamente monoteistas, incluyen a La Nada: "Resulta evidente que la unificación en el Mundo de lo Alto es la unificación verdadera y la máxima finalidad, es decir, lograr incluirse en el Ein verdadero, la Nada."

Resultaría arduo y extenso incluir aquí la integración total de cuanto Es en la espiritualidad cabalística, baste decir que de acuerdo a ella ESTE MUNDO es ya territorio de todo cuanto ha sido, es y será, y que AQUÍ y AHORA nos jugamos y vivimos o privamos de vida al alma, y, en consecuencia, le damos muerte.

La tradición hebrea enlaza en sus creencias de integración absoluta con culturas tan salvajes y puras, como la Maya... nacida en territorio feraz.

Limbo Piedra dijo...

Vamos, que lo de los católicos tiene CERO que ver con lo de los judíos; como tampoco Espinete tiene ver con los totems de las tribus Sioux.

Veiga dijo...

yo que estaba dispuesta a comentar sobre Ayn Rand, ya que su libro "el Manantial", fue uno de los que me abrió los ojos de una manera especial, el nombre de Howard Roark se me quedará grabado para siempre... y resulta que me encuntro en comentarios con un debate sobre el judaismo... si es que todo me lleva a él de una manera u otra...

Jaime, que gusto leerte y ver que sabes tanto sobre tan fascinante religión y filosofia .. el destino me llevó a que la entendiera, a que la estudiara y me abrieron las puertas de su casa; Los Shabbat en JErusalen en casa de auqellos Rabinos fueron inolvidables... Encender las velas de Hanuka, rezar en la sinagoga, asistir un bar mitva, bucear en la kabalah, el Talmund, leer a maimonides, rabi akiba, the rebbe, la tania, la tora y rezar cada noche el Sidur (la oracion de la noche el shema que bien mencionas y que es la frase mas sagrada del judaismo: Shema Ysrael Adonay Elohenu, Adonay Ejad" )... que gran cultura, raza y gente (aunque siempre haya de todo como ent odos lados) su base y su monoteismo (monoteismo de verdad como dice Jaime) cambiaron mi manera de ver la vida para seimpre.
shalom
Vida Levi.

Don Hirsuto dijo...

¡Ande, ande, no presuma tanto (que salen granos de los que dejan cicatriz y cicatrices de las que dejan sin alma)y llame a sus amigas para que vean y lean este blog!

Yo estoy encantado de ver por estos lares a una señorita tan fashion. Cuando la encontré en el suyo, no lo esperaba.

Limbo Piedra dijo...

Jua, jua, jua!!!
Tiene gracia que un mísero mendigo de la información como yo te parezca que sabe "tanto"!!!

A parte de eso, me he quedado con ganas de conocer tus impresiones de Ayn Rand.

Veiga dijo...

hombre, por fin le re-encuentro Sr. D. Hirsuto, igual que apereció, desapareció.... se nota que usted trabajó en el circo. Pues la verdad que se me da mejor opinar de Fashion que de literatura, aunque me guste mucho leer, pero bueno... cada uno vale pa lo que vale, para esos tenemos a Limbo Piedra que aunque humildemente se describa como "un mendigo de la informacion" sabe mas de lo que nos hace ver... pero a veces, asusta. :-)
Ah y por cierto, que gracias que lo mencione por que justo tengo un granito en la punta de la nariz, asi que quizas se deba a ser tan presumida, espero que no me deje sin alma el susodicho.. joe, ahora entiendo por que prefiero los blogs de moda, por que entrar en el mundo luz-oscuridad de estos es de valientes... pufff

pues solo me leí "El Manantial", que me encantó, me abrió la pureta a todo un nuevo mundo o filosofia que jamás hubiera imaginado, el ego? algo bueno? amar como roak amaba a Dominique, amar sin querer depender de ella, sin querer necesitarla? y eso como se hace me decia yo? Una niña que era esclava de una sociedad y un colectivismo que se nutria de personajes como ella, pero que consigue, mediante Roark, des-exclavizarse de todo ello y encontrar su propio camino dandole igual lo que los demas opinen de su persona y siendo quien realmente era, un potencial no solo lleno de belleza exterior sino de sabiduria interior.. Conocer a Roark cambió su vida para siempre ya l fina, consiguieron la receta para amarse, dos seres aparentemente tan distintos, pero espiritualmente tan parecidos..

No lei mas de Rand, por que los otros libros me parece que profundizan mucho en el capitalismo y la politca.. y me da mas pereza. A mi me llena mas la moda y las historias de amor/des-amor ! Pero el individualismo de Ayn Rand me fascinó. Lo lei en Panama, siempre lo vinculo a ese país.. y llegó a mis manos como D. Hisruto, por arte de magia y de hecho, de la misma manera se fue... donde etara! quizas me lo compre mañana y lo relea de nuevo, que de Panama hace ya muchos años, y estos ojos ya no son los mismos de antaño...