jueves, 1 de octubre de 2009

Lupert Ulvenhud en las tabernas de la vieja Europa


Lupert Ulvenhud tomó asiento sintiéndose viejísimo, claro síntoma de su juventud. Echó un vistazo a las mesas contiguas, no muy seguro de si deseaba beber lo mismo que los demás. Qué sopor parecían rezumar. Volvió a echar de menos la tabernas meridionales, donde los bebedores brindan y se piden fuego entre sí:




Los brindis confraternizadores que hemos compartido no nos abandonan jamás. A pesar de la hostilidad del ambiente circundante, Lupert se sintió acompañado por sus recuerdos. Los acordes le susurraban convincentemente que mientras hubiese dos vasos susceptibles de entrechoque él nunca se sentiría solo. Le hizo un gesto a la rubia camarera y encargó doble ración de ponche, qué más da lo que se beba.

5 comentarios:

el zurdo dijo...

Desde mis largos años de bebedor virgen, con el cuentalitrómetros prácticamente a cero, qué bien espero pasármelo iniciándome en líquidas ingestas, en dionisíacas melancolías.

especies dijo...

Hay que procurar que no le dé a uno la murria bebestril...

Limbo Piedra dijo...

Me recuerda a mi matutina sesión de cerveza en Nueva Orleans, años ha, una lluviosa mañana gris de primavera que terminó en tormenta y posterior escampo.

No tuve murría, fumé mucho y me divertí viendo bailar a una anciana con los ojos pintados de verde y parasol de tela. Bailaba sonriente, cerraba los ojos, la mano derecha abierta llevando el compás mientras su palma me miraba.

Y sigue mirando; reflejando, diría.

el zurdo dijo...

Hoy, al acabar la grabación, nos hemos tomado un ribeiro en uno de los mil bares gallegos que había por la zona y me ha sabido a gloria. Charlie provocó mi pasmo al hablarme de la existencia de un ribeiro tinto, brebaje que desconocía.

Limbo Piedra dijo...

-Bonitas las memorias que afloran.
Conducir a luces apagadas por una carretera comarcal, después de tres gintonics, y a la luna... O aquel borracho amigo resbalando, mini en mano en una cuesta de adoquines.

Le dijo un extraño a Lupert Ulvenhud, sin venir más a cuento que a sus propios pensamientos, y sin molestarse en un saludo previo.