viernes, 6 de noviembre de 2009

SAMPLES CORAZONESCOS 3


[a Tessa Duncan la conocí iniciándose los 80, en rigurosa contemporaneidad con el desarrollo de LA MODE: ella, por entonces, cigarra reina de la revista bohemia MANDRAGORA Y EL PIRATA, con sus facciones a lo Steve Harley, su ímpetu de maneater (con ribetes acosadores si el sujeto se le mostraba esquivo –cosa que pude comprobar con cierto amigo mío a mediados de los 90-) y la tremenda capacidad de seducción de su escritura, cayó sobre mis acomplejadas virginidades como un minnelliano torrente; en el terreno más puntualmente íntimo no hubo mucha sintonía dado lo muy distinto de los respectivos tempos, uno más tendente al petting calmoso y mimoso y la otra más proclive al frenético y gimnástico centrifugado (sobre mi magullada aversión a las hazañas pélvicas remito a lo ya dicho en EL PLACER o en LA MUJER ILUSTRADA), no obstante, me dejó huella y en los años posteriores gustaba de releerla y así, sí, volvía a desearla; en octubre del 93, cuando saqué el nº 1 de ECDB, ese deseo continuaba latente y lo expresé recuperando un escrito de Tessa sobre la diablesa Lilith procedente de MANDRAGORA..., lo cual fue como un conjuro, pues el mismo día que recogía la tirada de la imprenta me llamó por teléfono tras una década de ausencia y retomamos la relación, convirtiéndose en la primera colaboradora corazonesca, prolífica y siempre inspirada sobre sus asuntos favoritos (las películas, la novela negra, los sioux, el anima y el animus jungiano, la Diosa Blanca de Haggard, las voces de Juana de Arco y su anómala relación con Gilles de Rais, los vampiros con pedigree...), acompañándome a repartir hojillas de propaganda por los baretos de Antón Martín y Malasaña, participando en la primera experiencia radiofónica corazonesca (en Radio Merlín, bajo la batuta de Carlos Mendoza, antiguo conmilitón del CDS, y al lado de otra mujer mágica procedente también de los ambientes centristas, Artemis de Madariaga) y algo más adelante, ya en el 95, cuando el primer trabajo de ayahuasca, donde no dio la talla (en el mismo sentido en que, seguramente, tampoco la habría dado la Anaïs Nin descrita por Gore Vidal en sus memorias) y, tras un anticlimático rato mientras Carlos Aguirre y yo contemplábamos cómo se disipaban los flecos del colocón chungo que ella negaba estar sufriendo, fue la última vez que nos vimos; hoy recuerdo a Tessa si bebo gimlet (combinado que me descubrió precisamente ella –gran forofa de Chandler: por cierto, cada vez que la evoco la asocio más con la esposa de éste cuando iniciaron sus relaciones-), si pienso en Juana y Gilles o en Lilith, si releo LA DALIA NEGRA o alguna peripecia de Philip Marlowe, si añoro el beber champagne en la boca de la pareja o al revivir otros momentos notables (la partida de ajedrez donde nos jugamos un tórrido final de tarde de primavera, la tertulia sobre autismo en los multicines Chamartín previa proyección de MATER AMATISSIMA –año 83: aquel mes cuando el empresario de las salas cedió al equipo mandragoril la programación de una de ellas con una especie de debate tipo LA CLAVE los viernes sobre la película de la semana-, la noche en una terraza del Dos de Mayo hablando de James Ellroy –otro icono común-, o el telefonazo de reencuentro mencionado antes); en el nº 6/7 de EL CORAZON... publicamos, recuperando una práctica habitual en MANDRAGORA Y EL PIRATA, un dossier sobre LAS PELICULAS DE NUESTROS SUEÑOS, escrito a tres bandas entre Tessa, Aguirre y yo: la parte más extensa y carismática corrió a cargo de ella y, dentro de la misma, uno de sus pasajes más estupendos es éste, dedicado a cierto título de Clint Eastwood]


SIN PERDON

O la pureza de un asesino. La historia comienza con un hombre torpe y gastado que trabaja en algo que no es lo suyo, pero es legal. La historia acaba con el mismo hombre, implacable y perfecto, porque trabaja en lo suyo, expresando el talento que Dios le ha dado, talento para matar: «siempre he tenido muy buena suerte en esto de matar...».
En medio queda el misterio de la película que es, propiamente, el Misterio. El mal en el mundo. ¿El Mal es malo o tan neutral como el Bien? Y, por lo tanto, ¿puede existir un asesino inocente?
Esta es la pregunta con la que se cierra la película. Los sioux responden que el único mal que existe es dejar de ser sagrado (wakan), dejar de ser uno mismo.
Esta película cuenta la historia de un hombre que dejó de serlo, y cómo recuperó su destino y volvió a ser sagrado. Los otros no son ellos mismos, la falta de sobriedad les delata. Algunos hacen de asesinos. Otros viven a la sombra de alguna vieja gloria, como el curioso periodista que, cuando se encuentra ante un auténtico asesino legendario, comprueba consternado que ese tipo de hombre no busca la fama, ni la memoria. Un hombre al que nada dice la admiración, ni el reconocimiento ni la identidad, ni las gratificaciones que se suelen atribuir a lo perfecto. Porque su mayor gozo es ser y expresarlo.
La intensidad, libertad y energía que nacen de estos centros hondos, de esas «fuentes de la vida» es lo que buscan los héroes de los cuentos míticos. «Erase una vez...», así comienza la película.
Un hombre wakan actuando es tan neutral e imparable como el viento o la lluvia, o el temblor de tierra. De ahí esa eficacia implacable, esa «suerte» como la llama él, que contrasta con la eficacia técnica de su oponente (Gene Hackman), el sheriff que va de perseguidor de criminales y lo único que tiene es una enorme vanidad rozando el ridículo, y considerable sadismo.
Entonces, ¿qué significa que el bueno (sheriff) sea un malvado y el criminal (Clint Eastwood) alguien puro? Los sioux dirían que nadie duda de la destrucción de un terremoto pero tampoco se le ocurre a nadie enfurecerse contra él. Se le admite y respeta aunque no se llegue a entender su misterio. Porque un terremoto, y similar, es el Gran Espíritu hablando. Es algo natural. Y ese «natural» aplicado a un hombre no deja de ser un turbador sentimiento de lo extraordinario en lo cotidiano, que nos desborda por su sencillez de escalofrío.
«Un hombre bueno» diría John Ford.

Si deseais disfrutar del texto completo, muy fácil: pulsad aquí.


3 comentarios:

Limbo Piedra dijo...

Dejar de ser sagrado: Todos los males vienen de ahí. Ahora que el veneno se ha extendido, hacen falta asesinos. Lo único que un asesino necesita para cumplir su trabajo, es información: Saber que el tipo al que va a cargarse es un auténtico hijo de puta. Algún neófito pensaría: ¿Y quién decide si es un auténtico hijo de puta? Pregunta que cesaría en su cabeza tan pronto como volviera a ser sagrado.


Por eso los gitanos no escriben.
Y por eso lo más bonito no puede decirse y es bonito porque lo cayo. ¿Una religión? ¿Mi religión? Los muertos y el baile.

Permitan las ovejas que pasen los lobos: Van a matar al Demonio que mora camuflado/protegido entre ellas.

No se alboroten las ovejas.
No balen.
Abran sigilosamente el paso hasta que alguno lleguemos...

ASÍ HABLA WAKAN
ASÍ LOS MAYAS
ASÍ LOS ASESINOS DE LA MONTAÑA
ASÍ UN CHAVAL DE BARRIO QUE ME ENSEÑO LO QUE VALE UN PEINE.

el zurdo dijo...

Creo que Tessa y tú habriais congeniado, aunque al final, me da, que tú habrías acabado (dados los precedentes que me contaste) por solicitar otra orden de "que corra el aire". Y no sé yo si, en este caso, habría servido. Tessa era muuuucha Tessa.

Limbo Piedra dijo...

Enhorabuena por la semilla voladora del Corazón del Bosque, Zurdo. Esa colección tuya de cuadernos políticos es una joya. Una de esas gemas raras que el buscador siempre guarda en el bolsillo, y conserva hasta el final.